domingo, 17 de junio de 2012

Rosa en Flor - Capítulo V: " Príncipe Azul"

Últimamente, me pregunto si mis ideas sobre el matricidio tendrán que ver con todos los libros "feministas" que leí de niña o con lo que vi en casa... me quedaré con una mezcla de ambos, así dejo de darle tantas vueltas y no lo sumo a mis dudas existenciales.

Mi conexión a internet ha sido fatal en estos días, aunque sigo traduciendo, con tal de que mi pequeña amiga Nadir disfrute de este clásico tan educativo y entretenido.

Oh, este Charlie me cae muy mal, no sé como me impresionó lo que le sucede al final... tanta frivolidad y deseos de convertir a Rosa en un centro de mesa y obtener su dinero ¬¬

¡Cretino!
V
Príncipe Azul


El viejo guante yacía en el olvidado suelo, mientras que Rosa se sentó a meditar, hasta que un paso rápido se escuchó en la sala y una voz se acercó, armoniosamente tarareando.



“Mientras él estaba caminando por la calle, contemplando la ciudad, Oh, divisó a una    muchacha Bonita, mirando a través de la ventana.
Al ver luz saltó a la escalera, e hizo vibrar el poste; 
¡Oh, para descubrir si ella le permitía entrar!"



Rosa cantó  con voz pausada y tocó la puerta.



-Buenos días, Rosamunda, aquí están tus cartas, y tu más devoto está listo para ejecutar los encargos que puedas tener para él- fue el saludo de Charlie, mientras él llegaba en busca de lo hermoso, alegre y jovial, como de costumbre.



-Gracias. No tengo mandados por correo para ti, a menos que requieran respuestas, si ese es el caso, por lo que con vuestro permiso, príncipe- y Rosa empezó a abrir el puñado de billetes que lanzó en su regazo.



-¡Ah! ¿Qué visión es esta que trata de arruinar mis ojos? -exclamó Charlie, mientras señalaba con la mano, en un arranque melodramático, pues, como los actores aficionados más expertos, era apasionado a la introducción de representaciones teatrales privadas en su diálogo diario y charla.



-¿El tío lo dejó?



-Está bien. Me parece que hubiera sido un rival de estar aquí- y, recogiéndolo, Charlie se entretuvo poniendo la cabeza en el pequeño psyche que adornaba la chimenea, cantando en voz baja, mientras lo hacía, otro verso de la vieja canción:

"Él dejó a Jenny en su rodilla, todo en su vestido de Highland; para comprometerse, bien,  él observó el camino, por complacer a una chica bonita.”



Rosa fue a leer sus cartas, pero todo el tiempo estuvo pensando en la conversación con su tío, así como alguna otra cosa sugerida por el recién llegado y su cancioncilla.
Durante los tres meses posteriores a su regreso, había visto más a este primo que a cualquiera de los otros, ya que parecía ser el único que tenía tiempo para "jugar con Rosa", como solía decir años atrás. Los otros chicos estaban todos en el trabajo, incluso el pequeño Jamie, cuyas muchas horas de juego, se dedicaron a la lucha viril con la gramática latina, el genio maligno de su vida juvenil. El Dr. Alec tenía muchos asuntos que arreglar después de su larga ausencia, Febe estaba ocupada con su música, y tía Abundancia todavía  supervisaba activamente a su mucama. Por lo tanto, como era natural, Charlie se formó el hábito de descansar a todas horas, con cartas, mensajes, trozos de noticias, y los planes agradables para Rosa. Él la ayudó con su boceto, iba con ella, cantaba con ella, y la llevó a todas partes como un encargo, por supuesto, para la tía Clara, siendo la más alegre de las hermanas, interpretando a una chaperona en todas las ocasiones.


Durante un tiempo fue muy agradable, pero, poco a poco, Rosa empezó a desear que Charlie encontrara algo que hacer como el resto y no perdiera el tiempo en hacerla el su negocio de su vida. La familia era utilizada para sus indulgentes maneras, y no era una ilusión amable en las mentes de los chicos que tenían derecho a lo mejor de todo, porque para ellos todavía era el príncipe, la flor de la manada, y con el tiempo, haría honor a su nombre. Nadie sabía exactamente cómo, pues, aunque lleno de talento, no parecía tener ningún don especial o prejuicio, y los ancianos comenzaron a sacudir la cabeza, porque, a pesar de las muchas grandes promesas y proyectos, el momento de una acción decisiva nunca vino.
Rosa vio todo esto y tuvo ganas de inspirar a su primo brillante, con algún propósito viril con el cual ganarse el respeto, así como  la admiración. Sin embargo, le resultaba muy difícil, porque aunque él escuchó con  su buen humor imperturbable, y él mismo hablaba de sus defectos con franqueza encantadora;  siempre tenía algún argumento, razón o excusa para ofrecer y habló con ella en cinco minutos, dejándola silenciosa, pero sin haberla convencido.



En los últimos tiempos, ella había observado que él parecía sentir como si su tiempo y sus pensamientos pertenecieran exclusivamente a él y resentía el acercamiento de cualquier otro pretendiente. Esto la molestaba y surgió la idea de que su afecto e interés y los esfuerzos, fueron mal interpretados por él, tergiversados y aprovechados por la tía Clara, que para ella era cosa más urgente y debía "usar su influencia con el querido muchacho", aunque la  querida madre resentía toda otra interferencia. Esto daba problemas a  Rosa y le hizo sentir como si hubiese caído en la trampa, ya que, mientras era dueña de sí misma; Charlie  era el más atractivo de sus primos y ella no estaba lista para ser tomada como  posesión de esa manera magistral, especialmente, desde que otros mejores hombres buscaban  su favor con más humildad.



Estos pensamientos estuvieron flotando vagamente en su mente mientras leía sus cartas e inconscientemente influenciada en la charla que le siguió.



-Sólo invitaciones, y no puedo dejar de responder a ellas ahora o nunca terminaremos este trabajo- dijo ella, volviendo a su labor.



-Déjame ayudarte. Lo haré, y te dirigiré. Ten un secretario, ahora, y verás qué consuelo será - propuso Charlie, que podía echarle mano a cualquier cosa y sentirse a gusto, como en casa, en el santuario.



-Prefiero terminar esto por mí misma, pero si es posible, podrías responder a las notas, si quieres. Sólo hazlo con todas, menos dos o tres. Lee los nombres a medida que avances y te diré cuáles.


-Escuchar es obedecer. ¿Quién dice que soy un 'loco frívolo' ahora?- Y Charlie se sentó a la mesa de escribir con la mayor prontitud, porque estas horas en la pequeña habitación eran las mejores y más felices.

-El orden es la primera ley del cielo, y la vista, hermosa, pero yo no veo ningún papel de carta- agregó, abriendo el escritorio y estudiando su contenido con  interés.



-A mano derecha del cajón monograma para las notas, papel normal de carta comercial. Bien, ya veré eso- contestó Rosa, tratando de decidir si Annabel o Emma debían tener el pañuelo atado.



-¡Criatura confiada! ¿Supongamos que abro el cajón equivocado y llego a los  tiernos secretos de tu alma? - continuó el nuevo secretario, hurgando el papel con membrete delicado, con desprecio masculino hacia el orden.



-No tengo ninguno-  respondió Rosa con recato.



-¿Qué?, ¿ningún garabato desesperado, una miniatura, querida, una florecilla  desvanecida, etc,etc ? No puedo creerlo, prima- y él movió la cabeza con incredulidad.



-Si lo hubiera hecho, ciertamente no debería habértelos enseñado, ¡persona impertinente! Hay algunos recuerdos pequeños en ese escritorio, pero nada muy sentimental o interesante.



-¡Cómo me gustaría verlos! Pero nunca te atrevas a preguntar- observó Charlie, mirando por encima de la parte superior de la tapa entreabierta con su mirada más persuasiva.



-Es posible que si quieras, pero te decepcionará, Paul Pry.  ¿A mano inferior izquierda del cajón con la llave en él?



-Ángel de Dios, ¿cómo voy a pagarte? Momento interesante, ¡como cuando te llenas de emociones palpitantes de arte! - Y, citando a los "misterios de Udolfo", introdujo la llave y abrió el cajón con un gesto trágico.



-Siete mechones de pelo en una caja, todo luz, por aquí está el color de la paja, el naranja rojizo, el color de la corona francesa, y su color amarillo perfecto de Shakespeare. Lucen muy familiares, y me imagino que, ¿saben los tomaste?



-Sí, todos ustedes me dieron uno cuando me fui, ya sabes, y los llevé alrededor del  mundo conmigo en esa caja.



-Me gustaría que los jefes hubieran ido también. Aquí hay un pequeño dios alegre de ámbar con un anillo de oro en la espalda y un aliento más cálido-  continuó Charlie, tomando  una larga aspiración del frasco de perfume.



-El tío me  lo trajo hace mucho tiempo, y estoy muy encariñado con él.



-Esto ahora se ve sospechoso, el anillo de hombre con un corte de loto en la piedra y una nota adjunta. Tiemblo mientras pregunto: ¿quién, cuándo y dónde?



-Un señor, en mi cumpleaños, en Calcuta.



-Respiro de nuevo,  ¿era mi padre?



-No seas absurdo. Por supuesto que lo era, y lo hizo todo para que mi visita fuera agradable. Me gustaría que fueras a verlo como un hijo obediente, en vez de relajarte aquí.



-Eso es lo que el tío Mac está diciéndome constantemente, pero yo no tengo la intención de hacerlo hasta que haya tenido mi primera aventura -murmuró Charlie con rebeldía.


-Si te lanzas en la dirección equivocada, puede que te resulte difícil volver de nuevo- comenzó Rosa gravemente.


-No temas, si te fijas en pos de mí, como parece que te has comprometido a hacer,  juzgarás por las gracias que recibes en esta nota. ¡Pobre viejo gobernador! Me gustaría verlo, porque hace ya casi cuatro años desde que él vino a casa y de que se fue.



Charlie era el único de los chicos que alguna vez llamó a su padre "gobernador", tal vez porque los otros conocían y amaban a sus padres, mientras que él había visto tan poco de él que llamarlo por un respetuoso nombre llegó más fácilmente a los labios; ya que el anciano hombre, en verdad, parecía un gobernador cuando presentaba solicitudes u órdenes, que el joven olvidaba con demasiada frecuencia o resentía.
Hace mucho tiempo, Rosa había descubierto que el tío Esteban encontró muy desagradable permanecer en casa por la devoción de su esposa hacia la sociedad que prefirió el exilio de sí mismo tomando el negocio como una excusa para sus ausencias prolongadas.
La chica estaba pensando en esto mientras miraba a su primo girando el anillo, de repente, con una sobriedad que le hacía bien, y, creyendo que era el momento propicio, dijo con seriedad:


-Él está mayor. Querido Charlie, creo en el deber más que  en el placer, en este caso y estoy segura de que nunca te arrepentirás.


-¿Quieres que me vaya? -preguntó rápidamente.



-Creo que deberías.



-¡Y creo que sería mucho más encantador si no siempre te preocuparas del bien y del mal! ¿Tío Alec te lo enseñó junto con el resto de sus ideas extrañas?


-¡Estoy contenta de que lo haya hecho! -exclamó Rosa acaloradamente; a continuación, se contuvo y dijo con una especie de suspiro paciente: -Tú sabes que las mujeres siempre quieren a los hombres que se cuidan de ser buenos y no puedes dejar de tratar de que así sea.




-Así lo hacen, y nosotros debemos ser un conjunto de ángeles, pero no tengo la firme convicción de que, si así fuera, a las queridas almas no les gustaría ni la mitad de bien. ¿Qué ahora?- le preguntó  Charlie con una sonrisa insinuante.



-Tal vez no, pero eso es esquivar la cuestión. ¿Quieres irte?- Insistió Rosa imprudentemente.



-No, no lo haré.



Eso fue lo suficientemente decidido y un incómodo silencio sobrevino, durante el cual Rosa hizo un nudo innecesariamente apretado y Charlie se fue a explorar el cajón con más energía que interés.


-¿Por qué, aquí hay una cosa vieja que te di hace años?- Exclamó de repente en un tono complacido, sosteniendo un pequeño corazón ágata en una cinta azul desteñido. -¿Me dejas llevar el corazón de piedra y te doy un corazón de carne?-preguntó, medio en serio, medio en broma, tocado por el abalorio pequeño y los recuerdos que despertaron.


-No, no lo haré- respondió Rosa sin rodeos, muy disgustada por la pregunta irreverente y audaz.



Charlie pareció algo avergonzado por un momento, pero su ligereza natural hizo que fuera fácil para él sacar lo mejor de sus arranques breves de rebeldía y  así poner a los demás de buen humor con él y con ellos mismos.



-Ahora estamos por dejar el tema y empezar de nuevo- dijo con  irresistible afabilidad mientras con frialdad ponía el pequeño corazón en el bolsillo y se dispuso a cerrar el cajón. Pero algo le llamó la atención, y exclamó: -¿Qué es esto? ¿Qué es esto?- agarró una fotografía que se encontraba en medio de un montón de cartas con matasellos extranjeros.



-¡Oh, olvidé que estaba allí!- dijo Rosa a toda prisa.



-¿Quién es el hombre?-  Exigió Charlie, mirando el rostro bien parecido delante de él con el ceño fruncido.



-Ese es el Honorable Gilbert Murray, quien fue por el Nilo con nosotros y disparó a  los cocodrilos y otros juegos menores, siendo un gran cazador, como te dije en mis cartas- respondió Rosa alegremente, aunque poco complacida por el descubrimiento de algo en ese momento; para esta había sido uno de los estrechos escapes  como su tío dijo.



-Y no lo han comido todavía, infiero por la pila de cartas- dijo Charlie celosamente.



-Espero que no. Su hermana no lo mencionó la última vez que me escribió.



-¡Ah! Entonces, ¿ella es tu interlocutora?  Las hermanas son cosas peligrosas a veces. -Y Charlie miró el  sospechoso paquete.



-En este caso, es una cosa muy conveniente, porque ella me contó todo sobre la boda de su hermano, ya que nadie se habría tomado la molestia de hacerlo.



-¡Oh, bueno!, si está casado, no me importa un comino él. Me pareció que había encontrado por qué eres un encanto de corazón duro. Pero si no hay un ídolo secreto, estoy en el mar  de nuevo- Y Charlie tiró la fotografía en el cajón, como si ya no le interesara.



-Soy dura de corazón porque soy particular y, hasta ahora, no encuentro a nadie, en absoluto, de mi gusto.



-¿Nadie?-  con una mirada tierna.



-Nadie- con un rubor rebelde, y una añadida sinceridad- Veo muchas cosas que admirar y como en muchas personas, excepto que no muy fuertes y lo suficientemente buenos para mi gusto. Mis héroes están pasados ​​de moda, ya sabes.


-Majaderos, como Guy Carleton, Altenberg Conde, John y Halifax. Sé el patrón que a las chicas les gusta- se burló Charlie, que prefería el Livingston Guy, Beauclerc, y el estilo de Rochester.


-Entonces, yo no soy una 'niña buena’ porque  no me gustan pedantes. Quiero un caballero en el mejor sentido de la palabra, y puedo esperar, porque yo  los he visto, y sé que hay más en el mundo.



-¡El diablo que tienes! ¿Lo conozco? -preguntó Charlie, muy alarmado.



-Crees que lo  haces- contestó Rosa con un brillo travieso en los ojos.



-Si no es Pem, me rindo. Él es el hombre mejor educado que conozco.



-¡Oh, Dios mío, no! Muy superior al señor Pemberton y mayor, por muchos años- dijo Rosa, con tanto respeto que Charlie pareció perplejo y ansioso.



-Algún ministro apostólico, me imagino. A ustedes, criaturas piadosas, siempre les gusta adorar a un párroco. Pero todos sabemos que está casado.



-Él no.



-Dame un nombre, por amor de Dios, que estoy sufriendo torturas del suspenso- suplicó Charlie.



-Alexander Campbell.



-¿El tío? Bueno, por mi palabra, es un alivio, pero tan absurdo, al mismo tiempo. Por lo tanto, cuando encuentres un joven santo de ese tipo, tienes la intención de casarte con él, ¿verdad?- Exigió  Charlie, mucho más divertido y bastante decepcionado.



-Cuando me encuentre con algún hombre, medio bueno y honesto, y tan noble como el tío, voy a estar orgullosa de casarme con él, si me lo pide- contestó Rosa decididamente.



-¡Las mujeres tienen gustos raros!- Y Charlie apoyó la barbilla en su mano para reflexionar pensando por un momento sobre la ceguera de una mujer que podría admirar  a un excelente viejo tío más  que a un apuesto joven primo.



Rosa, por su parte, ató esquelas diligentemente, esperando que no hubiera sido demasiado severa, pues era muy difícil dar lecciones a Charlie, a pesar de que parecía que le gustaba a veces y llegaba a la confesión voluntaria, a sabiendas de que las mujeres aman perdonar a los pecadores, cuando son de su clase.



-Será el momento para el correo antes de que hayas terminado- dijo luego, el silencio era menos agradable que el sonajero.


Charlie captó la indirecta y se fue, disparando varias notas, en su mejor forma. Llegando a la carta comercial, miró a ella y le preguntó, con una expresión de desconcierto:

-¿Qué es todo esto del costo de reparación, etc., de un hombre llamado Buffum?


-No importa, yo me encargaré de ello en breve tiempo.



-Pero sí me importa, porque yo estoy interesado en todos tus asuntos, y aunque crees que no tengo cabeza para los negocios, encontrarás que la tengo si me pones a prueba.



-Esto es sólo acerca de mis dos casas antiguas de la ciudad, que están siendo reparadas y modificadas, de modo que las habitaciones se puedan despejar.



-¿Vas a hacer casas de vecindad con ellas? Bueno, eso no es una mala idea, puesto que esos lugares pagan bien, he oído.



-Eso es precisamente lo que no voy a hacer. Yo no tendría una casa de vecindad en mi conciencia por un millón de dólares, no a como son ahora-  dijo Rosa decididamente.



-¿Por qué?, ¿Qué sabes al respecto, excepto que la gente vive en ellas y los propietarios cobran un ojo de la cara en las rentas?



-Yo sé demasiado acerca de ello, porque yo he visto muchas, tanto aquí como en el extranjero. Pero no todo fue placer para nosotros, te lo aseguro. Tío estaba interesado en los hospitales y las prisiones, y a veces, me iba con él, pero me ponía triste, por lo que sugirió otras organizaciones de caridad que podrían ser de ayuda cuando llegáramos a casa. Visité las escuelas infantiles, hogares de mujeres trabajadoras, los asilos para huérfanos, y  lugares de ese tipo. No sabes cuánto bien me hizo y cómo me alegro de que tengo el medio para aliviar un poco algo de la miseria en el mundo.



-Pero, mi querida niña, no es necesario hacer patos y patas de tu fortuna para tratar de alimentar y curar y vestir a todos los pobres infelices que veas. Dar, por supuesto, todo el mundo debería hacer algo en esa línea y a nadie le gusta  eso más que a mí. Pero no, por piedad, no como hacen algunas mujeres, tan desesperadamente serias, prácticas, y locas de amor, que no hay nadie que viva en paz con ustedes- protestó Charlie, alarmado ante la perspectiva.



-Puedes hacer lo que quieras. Tengo la intención de hacer todo el bien que pueda pidiendo el consejo y siguiendo el ejemplo de las más 'serias', 'prácticas', y personas caritativas que conozco; si no lo apruebas, puedes dejar de frecuentarme- respondió Rosa, haciendo hincapié en las palabras odiosas y suponiendo que tenía el aire resuelto que siempre llevaba cuando defendía sus aficiones.



-¿Te burlas?



-Estoy acostumbrada a eso.



-¿Y criticada y rechazada?



-No por las personas cuya opinión valoro.



-Las mujeres no deberían irse metiendo dentro de dichos lugares.


-Me han enseñado lo que deberían.


-Bueno, tendrás una enfermedad terrible y perderás tu belleza, y entonces ¿dónde estarás?- añadió Charlie, pensando que podría desalentar a la filántropa joven.


Pero no fue así, porque Rosa respondió, con una repentina astilla en los ojos al recordar su conversación con el tío Alec:


-No me gustaría. Pero no sería una satisfacción aquello, porque cuando yo haya perdido mi belleza y entregado mi dinero, ¿sabré quiénes realmente se preocupaban por mí?


Charlie mordió su pluma en silencio por un momento y luego, preguntó, tímidamente:


-¿Puedo preguntar con respeto cual es la gran reforma que se lleva a cabo en las casas antiguas que su dueño amable está reparando?



-Sólo estoy  haciendo que las viviendas sean cómodas para las mujeres pobres, pero respetables para vivir; hay una clase que no pueden permitirse el lujo de pagar mucho; sin embargo, sufren mucho estando obligadas a permanecer en lugares ruidosos, sucios y llenos de gente como en casas de vecindad y alojamientos baratos. Puedo ayudar a algunas de ellas y lo voy a intentar.


-Preguntaré humildemente si, ¿Éstas descompuestas damas habitarán su retiro palaciego de alquiler gratuito?


-Ese fue mi primer plan, pero el tío me mostró que era más prudente no hacer dependientes a los pobres, pero que paguen una pequeña renta y se sientan independientes. No quiero el dinero, por supuesto, y lo utilizaré  para ayudar a otras mujeres en ese caso- dijo Rosa, ignorando por completo el ridículo encubierto de su primo.



-No esperes ninguna gratitud, porque tú no la conseguirás, ni mucho consuelo con un montón de oportunidades en sus manos, y tenlo por seguro que cuando ya sea demasiado tarde, te cansarás de él y desearemos que todo lo hubieras hecho como otra gente hace.



-Gracias por tus alegres profecías, pero creo que  me voy a aventurar.


Se veía tan intrépida que Charlie estuvo un poco irritado y disparó su último tiro sin  temor:


-Bueno, una cosa sí sé y es que nunca conseguirás un marido si sigues de esta manera absurda, y por Júpiter, necesitas uno para cuidar de ti y mantener la propiedad en conjunto.


Rosa tenía un genio, pero rara vez sacaba lo mejor de ella, ahora; sin embargo, brilló por un momento. Estas últimas palabras fueron particularmente desafortunadas, porque la tía Clara  las había usado más de una vez, cuando dio su advertencia contra los pretendientes sin recursos y proyectos generosos. Estaba decepcionada de su primo, molesta porque tomara a sus pequeños planes con  burla, e indignada con él por su sugerencia final.


-Nunca voy a tener uno, si debo renunciar a la libertad de hacer lo que yo sé que es correcto, y yo prefiero ir a la casa de los pobres mañana que "mantener la propiedad en conjunto" en el modo egoísta que quieres decir.



Eso era todo, pero Charlie vio que había ido demasiado lejos y se apresuró a hacer las paces con la habilidad de un pretendiente, para, girar hacia el piano del gabinete poco detrás de él, cantando en su mejor estilo la vieja canción dulce:



“¡Oh!, ¿tú estabas en la explosión  de cauld? Viviendo con gran efecto, no sólo con la garantía  de que mi manto te diera refugio, incluso  más que el de un rey. Joya más brillante de mi corona, ¿serías mi reina?, ¿serías mi reina?”


Era muy evidente que el príncipe azul no había ido de trovador en vano, porque Orfeo mismo no podría haber restaurado la armonía con más éxito. La disculpa  melódica fue aceptada con una sonrisa indulgente y un sincero:


-Lo siento, crucé la línea, pero no te  olvides de cómo te burlaste, y yo estoy, más bien, de mal humor hoy. ¿No estás de acuerdo?



-Entonces, no tendrás ganas de ir mañana donde la señora Esperanza, me temo- Y Charlie tomó la última nota con una expresión de pesar que era muy halagadora.



-Tengo que ir, porque está hecho para mí, pero puedo salir temprano y compensar el sueño perdido. Odio ser tan rebelde- Y Rosa se frotó la frente que le dolía demasiado.

-Pero el alemán no comienza hasta tarde; voy a ir y dependerá de ti. Quédate esta vez para obligarme- declaró Charlie, porque él había puesto su corazón en distinguirse.



-No, le prometí al tío ser moderada en mis placeres, y tengo intención de  mantener mi palabra. Estoy tan bien ahora, sería muy tonto enfermarme y ponerlo ansioso; por no hablar de perder mi belleza, que fuiste tan amable en señalarlo, porque de eso depende la salud, ya sabes.



-Pero la diversión no comienza hasta después de la cena. Todo va a estar delicioso, te lo aseguro, y vamos a tener un tiempo delicioso como lo tuvimos la semana pasada donde Emma.


-Entonces, seguro que no, porque yo estoy avergonzada de mí misma cuando me acuerdo del revolcón que fue y cómo el sobrio tío me dejó entrar a las tres de la mañana, todo mi vestido en harapos, mi dolor de cabeza, mis pies tan cansados que apenas los podía soportar, y nada que mostrar por cinco horas de trabajo duro, excepto un puñado de bombones, flores artificiales, y tapas de papel de seda tontas. El tío dijo que era mejor poner uno e irme a la cama, porque yo lucía como si hubiera estado en un Baile  francés de máscaras. No quiero volver a oírselo decir otra vez, y nunca  más voy a dejar que el amanecer me atrape en una situación semejante.


-Tú estabas lo suficientemente bien, porque madre no se opuso y te dejó en casa antes del amanecer. Tío es el teórico de esas cosas, así que no me importaría, porque nosotros tuvimos un tiempo alegre y ninguno se preocupó por ello.



-¡En realidad, cada uno de nosotros lo estuvimos! Tía Clara no ha superado su frío todavía. He dormido todo el día siguiente, y parecía un fantasma, pero tú habías estado fuera todas las noches por  la semana, ¿me equivoco?



-¡Oh, tonterías! Todo el mundo lo hace durante la temporada, y te acostumbras a seguir ese ritmo muy pronto- comenzó Charlie, empeñado en hacer que fuera, porque él estaba en su elemento, en un salón de baile y nunca  era más feliz como cuando tenía  a su prima en su brazo.


-¡Ah! Pero yo no quiero que te acostumbres a ello, porque cuesta demasiado al final. No deseo acostumbrarme a ser trasladada de una sala caliente por los hombres que han tomado demasiado vino, para convertir el día en noche, perdiendo el tiempo que podría ser mejor gastado, y convertirme en una rápida chica de moda que no puede vivir sin entusiasmo. No niego que gran parte de ello es agradable, pero no intentes hacerme demasiado aficionada a esa alegría. Ayúdame a resistir lo que sé que hace daño, y por favor, no me hagas reír acerca de los buenos hábitos que el Tío ha intentado, tan duro, inculcarme.



Rosa fue muy sincera en su apelación, y Charlie sabía que tenía razón, pero siempre resultaba difícil renunciar a todo  en lo que había puesto su corazón, sin importar lo trivial que, por la indulgencia maternal que había hecho daño al niño y había fomentado el hábito de la auto-indulgencia,  estaba arruinando al hombre. Así que cuando Rosa lo miró, con un deseo muy sincero para salvarlo, así como a sí misma de ser arrastrada en el torbellino vertiginoso que mantenía a tantos jóvenes girando sin rumbo fijo, hasta que se bajaban o se echaban a la orilla, sobre restos de lo que podrían haber sido, él se encogió de hombros y respondió brevemente:


-Como quiera, te voy a traer a casa tan pronto como te guste y Effie Waring tomará tu lugar en el alemán ¿Qué flores te envío?



Ahora, eso fue un discurso artístico de Charlie, porque la señorita Waring era una  rápida muchacha de moda que abiertamente admiraba al Príncipe Encantador y  quién le había dado el nombre. A Rosa no le gustaba y estaba segura de que su influencia era mala, por la frivolidad imperdonable  de su juventud, el ingenio ocultaba la falta de refinamiento, y la belleza siempre se cubría de una multitud de pecados en los ojos de un hombre. Al sonido del nombre de Effie, Rosa vaciló, pero por los recuerdos de las últimas palabras del "primer compañero". Ella tenía el deseo de "mantener una línea recta", de modo que, a pesar de la corriente del impulso de establecerse firmemente en dirección sur, al principio, la única brújula que valía la pena tener, señaló hacia el norte, y ella trató de obedecer como un sabio navegante joven, diciendo: constantemente, mientras que ella dirigía a Annabel una tarjeta que contenía un par de zapatillas grandes destinadas al Tío Mac: 

- No te preocupes por mí, puedes ir con el tío y desaparecer sin molestar a nadie.



-No creo que tengas el corazón para hacerlo- dijo Charlie con incredulidad cuando selló la última nota.



-Espera y verás.


 -Lo haré, pero voy a esperar hasta el final-  Y  le besó la mano, se apartó de enviar sus cartas, muy seguro de que no llevaría a  la señorita Waring al alemán.



Sin duda, observó por un momento, como si la señorita Campbell lo pudiera hacer, porque corrió a la puerta con las palabras "me voy" en los labios. Pero ella no lo abrió hasta que hubo estado mirando fijamente un minuto el viejo guante en la cabeza de Psique; a continuación, como si le hubiera llegado, de repente, una idea brillante, ella hizo un gesto decidido y salió lentamente de la habitación.


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