Hallo! No puedo dormir ahora que he vuelto a tener tiempo libre.
Estuve todo el día de ayer ordenando, lavando, y guardando las cosas en mi maleta. Renuncié el día viernes por mutuo acuerdo a mi trabajo y en estos días me preparo para visitar mi casa, quién sabe por cuanto tiempo, (cómo que iré a hacer Trekking con una de mis mejores amigas)
Luego de esta perorata, las dejo con el siguiente capítulo y ¡sólo me queda uno más! haha Disculpen...
Adoro al tío Alec, les prometo que ese hombre es todo lo que me gustaría tener, más soñar es barato :p
Cariños de Rina ^^
Capítulo XXI
Cómo Phebe se ganó su bienvenida
El Dr. Alec no
regresó, pero sí malas noticias, como Rosa adivinó al instante en que sus ojos
se posaron sobre tía Abundancia, quién cojeando bajaba las escaleras con la
gorra torcida, su rostro pálido, y una carta aleteando de forma salvaje en su
mano, mientras distraídamente lloraba:
-¡Oh, hijo mío!
¡Hijo mío! Enfermo, y ¡sin nadie que lo cuide! Fiebre maligna, y tan lejos.
¿Qué pueden hacer los niños? ¿Por qué dejé ir a Alec?
Rosa se introdujo en la sala, y mientras la pobre anciana se
lamentaba, leyó la carta que Phebe había
enviado para ella porque podría, ¿dar con cuidado la noticia a Rosa?
"Querida señorita
Abundancia: Por favor, lea esto para sí misma primero, y dígaselo luego a mi
amita como mejor le parezca. El querido doctor está muy enfermo, pero yo estoy con
él, y no lo dejaré ni de día ni de noche
hasta que esté a salvo. Así que confíe en mí, y no se preocupe, porque
todo será hecho con toda la atención, habilidad y dedicación que se pueda
hacer. Él no nos dejó comunicárselo antes, por temor a poner en riesgo su
salud. De hecho, sería inútil, porque sólo se necesita una enfermera, y yo
llegué primero, así que no deje que Rosa ni nadie me robe mi derecho ante el peligro y
el deber. Mac ha escrito a su padre porque el Dr. Alec se encuentra ahora
demasiado enfermo como para saber lo que hacemos, y sentimos que usted debía
ser informada sin demora. Tiene una mala fiebre maligna, no sabemos cómo la
pescó, a menos que entre algunos pobres emigrantes que él conoció cuando se encontraban
vagando muy tristes en una ciudad extraña. Él entendía portugués y los envió a
un lugar apropiado cuando le contaron su historia, más me temo que ha sufrido
por su bondad, porque esta fiebre llegó rápido, y antes de saber qué era, ya estaba
allí, y era demasiado tarde para quitarla.
Ahora puedo mostrar
lo agradecida que estoy, y si es necesario dar mi vida por este amigo que ha
sido como un padre para mí, con mucho gusto lo haré. Dígale a Rosa sus palabras
y el pensamiento consciente que él dio para ella. "No dejes que venga,
mantén a mi niña a salvo”. ¡Oh, deben obedecerlo! Manténganla segura en casa y, si Dios me ayuda, voy a traer
el tío Alec como sea. Mac hace todo lo que él le deja. Contamos con los mejores
médicos, y todo está yendo tan bien como se puede esperar hasta que la fiebre
vuelva.
Querida señorita
Abundancia, oren por él y por mí, para que yo pueda hacer una cosa feliz para
aquellos que han hecho tanto por su siempre obediente y amorosa
Phebe"
Mientras Rosa levantaba la vista de la carta, medio
aturdida por la repentina noticia y el gran peligro, se encontró con que la anciana
ya había dejado sus lamentos inútiles y estaba orando de todo corazón, como
quien sabía muy bien donde se encontraba la ayuda. Rosa se acercó y se hincó en sus rodillas, poniendo su cara
con las manos entrelazadas en el regazo, y durante unos minutos no lloró ni
habló.
A continuación, un
sollozo ahogado brotó de la muchacha, y la tía Abundancia acercó la cabeza joven
hacia sus brazos, diciendo con lágrimas, lentas por su edad, que corrían por
sus propias marchitas mejillas:
-Sostenlo, mi
cordero, sostenlo. El buen Dios no puede quitárnoslo y estoy segura de que a esa niña valiente se
le permitirá pagar su deuda con él. Siento que ella lo hará.
-Pero yo quiero
ayudar. Tengo que ir, tía, no me importa el peligro que representa- exclamó
Rosa, lleno de celos de Phebe por ser la primera en la línea de peligro por el
bien del que había sido un padre para ambas.
-No puedes ir,
querida, es inútil ahora, y ella tiene razón cuando dice: “Mantenla alejada
". Conozco esas fiebres, y los que la toman a menudo son las enfermeras, y
sería peor para la tensión que están pasando. Buena chica para sostenerse en
pie con tanta valentía, para ser tan sensible, y no dejar pasar mucho tiempo
cerca a Mac. Ella es una gran enfermera,
Alec no podría tener una mejor y nunca lo dejará hasta que esté a salvo- dijo muy entusiasmada la señorita Abundancia.
-Ah, usted comienza
a conocerla ahora, y a valorarla cómo se debe. Creo que pocos hubieran hecho lo
que ella está haciendo, y si se pone enferma y muere, será en parte nuestra culpa, porque atravesaría el
fuego y el agua para obligarnos a hacer justicia para que la recibamos- exclamó
Rosa, orgullosa de un ejemplo que ella deseaba seguir.
-Si ella trae a
casa a mi hijo, nunca voy a decir una palabra más. Ella puede casarse con cada sobrino
que tengo, si le gusta, y voy a darle mi bendición- exclamó la tía Abundancia, sintiendo que
ningún precio sería demasiado a pagar por tal hecho.
Rosa iba a aplaudir,
pero se detuvo de pronto, recordando, con una punzada repentina, que la batalla
no había terminado aún, y que era demasiado pronto para otorgar los honores.
Antes de que
pudiera hablar, el tío Mac y Jane entraron apresurados, porque la carta de Mac
había llegado con la otra, y la consternación cayó sobre la familia con el
pensamiento de peligro para el bien
amado tío Alec. Su hermano decidió ir a la vez, y la tía Jane insistió en
acompañarlo, aunque todos coincidieron en que no podían hacer nada más que
esperar y dejar a Febe en su puesto mientras ella resistía, ya que era
demasiado tarde para salvarla ahora del peligro y Mac reportó que estaba
bastante a la altura.
Grande fue la prisa
y la confusión hasta que la comitiva estuvo presta a partir. Tía Abundancia estaba
con el corazón puesto que no podía ir con ellos, pero sentía que estaba
demasiado débil para ser útil y, como un alma vieja sensible, trató de
conformarse con la preparación de todo tipo de comodidades para el enfermo.
Rosa era menos paciente,
y al principio tuvo ideas locas de salir sola y forzar su camino hacia el lugar
donde todos sus pensamientos estaban centrados,
pero antes de poder llevar a cabo cualquier proyecto de huida, las palpitaciones de la tía Myra les dijeron
en modo alarmante que haría un buen servicio por una vez y mantendría a Rosa
ocupada tomando sus últimas instrucciones y tratando de calmarla en su lecho de
muerte, porque cada ataque fue declarado fatal hasta que la paciente demandó
tostadas y el té, cuando la esperanza volvió a ser permisible y la carrera comenzó.
La noticia voló
rápido, tal como aquellas noticias siempre lo hacen, y tía Abundancia trabajó
constantemente para responder a las consultas, porque su aldaba mantuvo una
marca estable durante varios días. Todo tipo de gente vino: señores y pobres, niños
con caritas ansiosas, ancianos llenos de simpatía, niñas bonitas que sollozaban
cuando se iban, y hombres jóvenes que
aliviaban sus sentimientos insultando a
todos los emigrantes, en general y portugueses en particular. Fue emocionante y
reconfortante ver a cuántos encantó el
buen hombre que sólo era conocido por sus obras de beneficencia y ahora estaba
sufriendo lejos, bastante inconsciente de cuántas obras de caridad insospechadas
salieron a la luz por esta solicitud agradecida, como flores ocultas surgen cuando
caen las lluvias cálidas.
Si Rosa había
sentido alguna vez que el don de vivir para los demás era pobre, vio ahora lo
hermosa y bendita que era la intensidad con que regresaba, cuan ancha la
influencia, mucho más preciosa que el lazo tierno que tejía juntos tantos
corazones que cualquier soplo de fama o
talento brillante deslumbraba, pero no te hacía ganador ni cálido. En
años posteriores encontró qué ciertas y
verdaderas habían sido las palabras de su tío y, escuchando los elogios de los grandes hombres,
se sentía menos conmovida e inspirada por las alabanzas de sus espléndidos
regalos que por la vista del trabajo paciente de algún hombre bueno hacia los
más pobres de su especie. Sus héroes dejaron de ser los favoritos en el mundo y
se convirtieron, como Garrison luchando por su pueblo elegido; Howe restaurando
los sentidos perdidos a los sordos, los mudos y los ciegos; Sumner
insobornable, cuando otros hombres eran comprados y vendidos y más de una mujer
de gran corazón trabajando tan silenciosamente como Abby Gibbons, que durante
treinta años había hecho una feliz Navidad para 200 pequeños indigentes en una casa de beneficencia de la ciudad,
además de salvar Magdalenas y enseñarle a los convictos.
La lección vino a
Rosa cuando estaba lista para ella, y le mostró lo que era una profesión noble como la filantropía, hizo que se sintiera
feliz de su elección, y aprendió a adaptarse a ella para una larga vida llena
de la mano de obra de amor y caridad sin ostentación, con la dulce satisfacción
que trae a los que no esperan ninguna recompensa y se contentan con él: “sólo
Dios lo sabe”
Varias semanas
pasaron inquietas con las fluctuaciones de desgaste de esperanza y miedo, porque
la vida y la muerte se disputaban el premio cada que cada una quería, y
más de una vez la muerte parecía haber ganado, excepto que Febe estaba a su
cargo, desafiando tanto peligro y a la muerte con el coraje y la devoción que
las mujeres a menudo muestran. Toda su alma y la fuerza estaban en su trabajo, y
cuando parecía más desesperada, gritaba con energía apasionada que parecía
enviar estos recursos directamente hacia el cielo:
-Concédeme este único
favor, querido Señor, y nunca te pediré
otro para mí.
Tales oraciones
sacaban buen provecho, y toda esa devoción a menudo parecía hacer milagros
cuando otras ayudas eran en vano. El grito de Phebe fue respondido, su abnegado
trabajo realizado, y su larga vigilia recompensada con un feliz amanecer. El Dr.
Alec siempre decía que ella lo mantuvo vivo por la fuerza de su voluntad, y que
durante las horas en que parecía estar inconsciente, sintió una mano fuerte y
cálida sosteniendo la suya, como si lo alejara de la rápida corriente tratando
de barrerla. La hora más feliz de toda su vida fue cuando aquel que la conocía,
miró hacia arriba con la sombra de una sonrisa en sus huecos ojos, y trató de decir
a su antigua manera alegre:
-Dile a Rosa que he
doblado la esquina, gracias a ti, hija mía.
Ella respondió en
voz muy baja, alisó la almohada, y lo vio caer dormido de nuevo antes de que
fuera a la otra habitación, queriendo escribir las buenas noticias, pero sólo
pudo tirarse hacia abajo y encontrar alivio para un corazón completo en las
primeras lágrimas que derramaba en semanas. Mac la encontró allí, y cuidó de ella
que estaba lista para ir a su casa ahora efectivamente con un puesto de honor mientras él corría a
enviar a casa un telegrama que hizo que muchos corazones cantaran de alegría y
causó que Jamie, en su primer explosión
de alegría, propusiera hacer sonar todas las campanas de la ciudad y con el orden
a partir del cañón, gritaran:
“Salvados, gracias
a Dios y a Febe”
Eso fue todo, pero cada uno estaba satisfecho, y todos rompieron
a llorar, como si la esperanza necesitara mucha agua salada para fortalecerla.
Sin embargo, eso se terminó rápidamente, y entonces la gente andaba sonriente y
diciendo entre sí, con apretones de manos o dando abrazos: "¡Está mejor
sin duda ahora!”
Un deseo general de
correr lejos y asegurarse de la verdad impregnó a la familia por unos días, y no
obtuvieron nada más que amenazas terribles de Mac, los mandatos de popa del médico,
y las súplicas de Phebe para no deshacer
su obra manteniendo a tía Abundancia, a Rosa, y a la tía Jessie en su hogar.
Como la única forma
en que podrían aliviar su mente y aceptar el atraso, se dedicaron a la limpieza
de primavera con una energía que dio miedo a las arañas y las condujo
distraídas. Si la vieja casa había sido infectada con la viruela, no podría
haber estado más vigorosa fregada, ventilada y fresca. Temprano como era, cada
alfombra se encaminó hacia arriba, las cortinas se quitaron, golpeados los cojines y los agujeros tapados
hasta que resultó que ni una mota de
polvo, ni la pelusa del año pasado, o la paja perdida se pudo encontrar.
Entonces todos se sentaron y descansaron en una mansión tan inmaculada que
apenas se atrevían a moverse por miedo a destruir el orden que brillaba por
todas las partes visibles.
Fue a finales de abril,
antes que esto se cumpliera, y la necesaria cuarentena de los ausentes, terminó.
Los primeros días templados parecían llegar temprano, por lo que el Dr. Alec
podría continuar con seguridad por el viaje que había estado tan cerca de
realizar antes.
Era perfectamente
imposible mantener a cualquier miembro de la familia lejos en esa gran ocasión.
Venían de todas
partes a pesar de las instrucciones expresas en sentido contrario, porque el
enfermo estaba todavía muy débil y ninguna emoción debía ser permitida. Como si
el viento llevara las buenas nuevas, el tío Jem entró en el puerto la noche anterior, Will y Geordie tenían una
licencia bajo su propia responsabilidad; Steve hubiera desafiado a todo el
profesorado si hubiera sido necesario, y el tío Mac y Archie dijeron al mismo
tiempo: “Los negocios se postergaron hoy”
Por supuesto, las tías
llegaron con todo de sí, advertían a
todo el mundo guardar silencio y todos parloteaban con entusiasmo a la menor provocación. Jamie
sufrió más durante ese día, así que estuvo dividido entre el deseo de portarse
bien y al ansia de gritar a todo pulmón, dar volteretas y correr por toda la
casa; hizo ocasionales viajes al
granero, donde él pudo corretear rugiendo y bailar gigas, para gran
consternación de los viejos caballos gordos y dos vacas sedar, que le ayudaron
a superar ese difícil período.
Pero el corazón que
palpitaba a mayor ritmo y revoloteaba en el seno de Rosa mientras iba a poner
flores de primavera en todas partes, muy silenciosa, pero tan radiante de felicidad
que las tías la observaron y dijeron en voz baja entre sí:
-¿Puede un ángel
lucir más dulce?
Si los ángeles
siempre llevaban vestidos de pálidos verdes y campanillas en el pelo, tenían rostros
llenos de alegría serena, y grandes ojos brillaban con una luz interior que les
hacía muy bonitos, a continuación, Rosa lo hizo ver como tal, más ella se
sentía como una mujer y así era, porque no había vida más rica que en ese día,
cuando el tío, su amiga y enamorado
volvían juntos,
¿Podría pedir algo
más, excepto el poder de ser para todos ellos la criatura que ellos creían que
era, y poder devolver el amor que le dieron con una fidelidad pura y profunda?
Entre los retratos colgados en la sala había uno del doctor Alec, hecho poco
después de su regreso con Charlie en uno de sus ataques breves de inspiración.
Sólo de lápiz de color, pero realista y con un acabado maravillosamente cuidado,
más que alguno de los otros.
Este había sido
magníficamente enmarcado y ahora ocupaba el lugar de honor, adornado con
guirnaldas verdes, mientras que el frasco indio grande de debajo brillaba con
una pirámide de flores de invernadero enviadas por Kitty. Rosa estaba dando a
estos un último toque, cerca de Dulce,
arrullada a través de un puñado de dulces narcisos, cuando el sonido de las
ruedas la envió volando hacia la puerta.
Ella quería dar la
primera bienvenida y dar el primer abrazo, pero cuando vio el rostro alterado
en el carruaje, la débil figura fue llevada por las escaleras por todos los
chicos, se quedó inmóvil hasta que Phebe la cogió en sus brazos, susurrando con
una sonrisa y un grito luchando en su voz:
-Lo hice por ti,
cariño, todo por ti.
-Oh, Febe, ¡nunca
digas otra vez que me debes nada! Nunca podré pagarte por esto- fue todo lo que
Rosa tuvo tiempo de contestar, ya que se pusieron mejilla con mejilla un
instante, corazón a corazón, que a la
vez estaba demasiado lleno de felicidad para
expresar muchas palabras.
La tía Abundancia que también había escuchado las ruedas y, como todo el mundo se levantó en
masa, había dicho tan impresionante como la agitación extrema le permitiría,
mientras que se ponía sus gafas al revés
y se apoderaba de un cordón en lugar de poner en orden su pañuelo:
-¡Alto! Todos
permanezcan aquí, y déjenme recibir a
Alec; recuerden su estado débil, y estén tranquilos, conserven la calma como
yo.
-Sí, tía, sin duda-
fue el murmullo general de asentimiento,
pero era imposible de cumplir, ya que habría sido mantener las plumas todavía
en un vendaval, y un impulso irresistible llevó a que la habitación se llenara en la sala para
contemplar a la tía Abundancia
bellamente ilustrando su propia teoría de la compostura y luego agitándose
salvajemente, corriendo a los brazos de Dr. Alec, y riendo y llorando con un
abandono que incluso la histérica tía Myra no podría haber superado.
Sin embargo, el
llanto jubiloso pronto terminó, ya nadie
parecía peor para ella, porque en el instante en que sus brazos estuvieron en
libertad, el Dr. Alec lo olvidó y comenzó a hacer felices a los demás diciendo
en serio, aunque su rostro delgado sonreía paternalmente, mientras dejaba a
Phebe adelante:
-Tía Abundancia,
pero por esta buena hija nunca debería haber vuelto a ser tan bien recibido.
Ámala por mi bien.
A continuación, la
anciana salió espléndidamente y mostró su temple, ya que, girándose hacia Febe, bajó la cabeza gris como saludando a un
igual, y al ofrecerle la mano, respondió con arrepentimiento, admiración y
ternura temblando en su voz:
-Estoy orgullosa de
hacerlo por su propio bien. Te pido perdón por mis prejuicios tontos, y voy a
demostrarte que soy sincera, más, ¿dónde está ese chico? - Había seis niños
presentes, pero el de la derecha estaba exactamente en el lugar correcto en el
momento adecuado, y, cogiendo la mano de Archie, tía Abundancia puso la de Febe
en la de él, tratando de decir algo apropiadamente solemne, pero no pudo, así
que abrazó a ambos y sollozó: -Si yo tuviera una docena de sobrinos, te los
daría todos a ti, querida, y bailaré en la boda, aunque tenga reuma en cada
extremidad.
Eso era mejor que
cualquier discurso, ya que hizo que todos rieran, y el Dr. Alec empezó a flotar
en el sofá en una suave ola de alegría. Una vez allí, todo el mundo, excepto
tía Abundancia y Rosa que se quedaron fuera por Mac, quien estaba al mando ahora y
parecía haber hundido al poeta en el médico.
-La casa debe estar
perfectamente tranquila, y él tiene que ir a dormir tan pronto como sea posible
después del viaje, por lo que todos dirán 'adiós' ahora y vendrán de nuevo
mañana- dijo, mirando a su tío con ansiedad mientras se apoyaba en la esquina
del sofá, con cuatro mujeres quitándose los abrigos, tres niños luchando por
sus chanclos, dos hermanos estrechándose las manos a intervalos cortos, y la
tía Myra con una botella de sales fuertes delante de sus narices usándola cada
vez que había una abertura en cualquier lugar.
Con dificultad la
casa fue parcialmente despejada, y luego mientras la tía Abundancia montaba guardia
sobre su hijo, Rosa se alejó para ver si Mac se había ido con el resto, pues
hasta entonces apenas habían hablado en el aluvión alegre, aunque sus ojos y
sus manos se habían encontrado.
muuuchisimas gracias por un capitulo!!! ains! ya solo queda uno!!!!!!
ResponderEliminarLo sé y gracias a ti por seguir. Creo que en un rato más empezaré el último, son sólo cinco o seis páginas.
ResponderEliminarSaludos Analía ^^