No sé en que punto me volví a apoyar en la inercia. Siempre he sido tan activa. Odio no tener planes. Sin planes no puedo vivir ni seguir avanzando. Me fijo metas a corto plazo, sin ellas, creo no ser nada. Me pregunto constantemente si lo que deseo es quedarme así o sucumbir ante la desgracia y terminar derrumbándome.
Pero no, estos muros que he levantado son inderrumbables, inaccesibles para cualquiera que no sea lo suficientemente cauto o insensato para intentar saltarlos.
Sonreír es una base de la mentira, de quedarme viviendo en una línea paralela y segura.
¿quién se hará cargo de los destrozos sino yo?
Siento como si fuese con la escoba a cuestas y con la pala.
La historia es así: Ella se rompe y se agacha a recoger sus pedacitos. Luego los guarda en una caja de cristal y los junta. Quizás con la esperanza de volver a restaurarlos. Pero, ¿hasta cuando aguantará sin volver a repararse a sí misma?
Años, siglos. Lo que duren sus respiros.
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