lunes, 4 de junio de 2012

Rosa en Flor - Capítulo II: "Viejos amigos con nuevos rostros"

En el primer capítulo olvidé que la tía Plenty es la tía Abundancia jaja Así que como algo no me cuadraba del todo, tomé mi ejemplar de: "8 primos" y resolví mi duda  existencial.

Espero que siga entreteniendo a la pequeña Nadir y seguiré colgando más capítulos. 
Sé que hay pendientes, más con mi conciencia que nada, pero esto es refrescante y es un  agrado volver a sentirme pequeña :p

La lectura de Louisa May Alcott me hace pensar en el camino que planee seguir hace mil lunas atrás y al que espero llegar dentro de poco.

Cariños para las dos ^^


II

 Viejos amigos con nuevos rostros

-¡Es tan bueno estar en casa otra vez! ¡Me pregunto cómo alguna vez decidimos  irnos lejos! -exclamó Rosa cuando iba vagando por la vieja casa la mañana siguiente, llena de la satisfacción que uno siente al volver a visitar los rincones y esquinas familiares y al encontrar cambios.


-Para que podamos tener el placer de volver de nuevo- contestó Febe, caminando por el pasillo al lado de su amita, tan feliz como ella.



-Todo parece igual a como lo dejamos, hasta los pétalos  que usábamos para meter aquí- continuó la chica más joven, asomándose a uno de los altos jarrones hindúes que estaban alrededor de la sala.



-¿No te acuerdas cómo Jamie y Pokey jugaban a los cuarenta ladrones con ellos, y cómo intentaron entrar en ese otro azul y se quedaron atascados, y los otros muchachos nos encontraron antes de que yo los pudiera sacar?- preguntó Febe, riendo.



-Sí, por cierto, y hablando de los ángeles, uno está dispuesto a dejar oír el susurro de sus alas- agregó Rose, mientras un silbido agudo subía por la avenida acompañado por el ruido de los cascos.



-¡Es el circo! -exclamó alegremente, Febe, mientras ambas recordaban el carro rojo y la carga del clan.



Sólo había un niño ahora, por desgracia, pero hizo suficiente ruido como por media docena, y antes de que Rosa pudiera correr hacia la puerta, Jamie llegó rebotando con un "rostro radiante de mañana", con un bate por encima del hombro, un rojo y blanco  gorro de jinete en la cabeza, un bolsillo abultado con una pelota grande, la otra llena de galletas, y la boca llena de la manzana que estaba terminando a toda prisa.



-¡Buenos días! Acabo de venir para asegurarme de que realmente habían llegado y para ver que se encontraban bien- observó, saludando con un bate y quitándose el  suave gorro con una contracción eficaz.



-Buenos días, querido. Sí, de verdad estamos aquí, y llegamos derecho tan rápido como fue posible. Pero me parece que eres más bien el hermoso, Jamie. ¿Perteneces a una compañía de bomberos o a un club de jinetes?- preguntó Rosa, subiendo el rostro una vez gordito, que ahora se hacía marrón y cuadrado  alrededor de la barbilla.

-¡No, señora! ¿Por qué?, ¿no lo sabes? Soy el capitán del Club de Baseball Estrella. Míralo, ¿ves?- Y, como si el hecho fuese de importancia nacional, Jamie abrió su chaqueta para mostrar en el pecho con orgullo un escudo en forma de corazón, de franela roja decorado con una estrella blanca de algodón del tamaño de un plato de té.



-¡Excelente! He estado fuera tanto tiempo que me olvidé que era un juego. Y  ¿eres el capitán? -gritó Rosa, profundamente impresionada por el alto honor al que su pariente había llegado.

-Lo soy, y no es ninguna broma  que debas creer, porque golpeamos nuestros dientes, amoratamos nuestros ojos, y dividimos los dedos casi tan bien como los grandes compañeros. Debes venir a vernos jugar un partido una o dos veces, entonces vas a entender el trabajo duro que es. Te voy a enseñar a batear ahora sí sales al césped- agregó Jaime, deseando exhibir su destreza.



-No, gracias, capitán. La hierba está mojada, y vas a llegar tarde a la escuela si te quedas con nosotras.



-No  tengo miedo. Las chicas no son buenas para mucho, en general, pero nunca  utilizan la mente algo fresca y juegan cricket como una buena idea. ¿No han hecho alguna vez ese tipo de cosas, ahora? -preguntó el chico, con una mirada compasiva a estas criaturas desgraciadas excluidas de las alegrías y los peligros de los deportes viriles.



-Todavía puedo correr y voy a llegar a la puerta antes que tú, ve si no lo hago- Y, cediendo al impulso del momento, Rosa se lanzó por las escaleras antes que el atónito Jamie pudiera bajar y seguirla.



Él estuvo fuera, en un momento, pero Rosa tenía la ventaja, y aunque el viejo Sheltie hizo lo que pudo,  ella llegó a la meta a la cabeza, y se quedó riendo y jadeando, toda color de rosa con el aire fresco de octubre, una bonita imagen para varios caballeros que se encontraban conduciendo.



Bien por ti, Rosa!- dijo Archie, enseñando la mano, mientras que Will y Geordie saludaron y el tío Mac se reía de Jamie, que parecía como si las niñas hubieran aumentado ligeramente en su opinión.



-Me alegro de que seas tú, porque no serás sorprendido. Pero estoy tan feliz de estar de vuelta  que me olvidé que no era la pequeña Rosa aun - dijo Atalanta, alisando su pelo al aire.




-Te ves muy como ella, con los rizos sobre los hombros al viejo estilo. Los eché de menos ayer por la noche y me pregunté de qué se trataba. ¿Cómo están el tío y Febe?- preguntó Archie, cuyos ojos habían estado buscando sobre la cabeza de Rosa, mientras hablaba a la plaza, donde una figura femenina era visible entre las rojas hiedras.

-Todos están bien, gracias. ¿Quieren venir y verlo por ustedes mismos?



-No puedo, querida, no es posible. Negocios, ya sabes, los negocios. Este hombre es mi mano derecha, y no puedo prescindir de él ni un minuto. Ven, Arch, tenemos que partir, o estos niños se perderán el tren- contestó el tío Mac, sacando su reloj.

Con una última mirada a la figura de pelo claro en la puerta y a la morena entre las vides, Archie se alejó y Jamie los siguió después, consolándose a sí mismo por su derrota con la manzana número dos.
Rosa se detuvo un momento, sintiéndose muy inclinada a continuar con su carrera y con todas las tías en procesión, pero, recordando que llevaba la cabeza descubierta, estuvo a punto de dar marcha atrás cuando un alegre:

- ¡Mira! ¡Mira!-  le hizo observar hacia arriba para ver a Mac que se acercaba a gran velocidad, agitando el sombrero, mientras llegaba.

-Los Campbell están llegando en masa y rápido esta mañana, y cuantos más mejor- dijo, corriendo a su encuentro. -Te ves como un niño bueno yendo a la escuela, y  que virtuosamente engaña  su lección por el camino-  añadió, sonriendo al verle ocupar su dedo fuera del libro que había estado, evidentemente, leyendo, y metido bajo el brazo, al igual como solía hacer años atrás.



-Yo soy un colegial, yendo a la escuela que más me gusta- respondió él, agitando una Pluma de aster, como si el mundo señalara el otoño más encantador de ellos, lleno de matices delicados, aires frescos, y el sol suave.



-Eso me recuerda que no he tenido la oportunidad de escuchar mucho acerca de tus planes la noche anterior; los otros muchachos hablaban todos a la vez, y sólo hablaste de vez en cuando. ¿Qué has decidido ser, Mac?- Rosa le preguntó mientras caminaban lado a lado por la avenida.



-Un hombre en primer lugar, y uno muy bueno, si es posible. Después de eso, ¿lo que Dios quiera?



Algo en el tono, así como en las palabras, hicieron que Rosa buscara rápidamente en el rostro de Mac para ver una nueva expresión allí. Era indescriptible, pero se sentía como si lo hubiese hecho muchas veces, cómo cuando observas la parte de las nieblas de repente, que dan destellos de alguna montaña, brillando serena y alta en el azul.




-Creo que sería algo espléndido para ti, en verdad,  para verte muy glorificado, pasar por debajo de este arco de hojas amarillas con el sol en tu cara- exclamó, consciente de la admiración repentina  que nunca antes había sentido por Mac, que  era el  más sencillo de todos los primos.



-No sé nada sobre eso, pero tengo mis sueños y aspiraciones, y algunos de ellos son muy altos. Apunta a lo mejor, ya sabes, y sigue subiendo si quieres salir adelante- dijo, mirando hacia las ásteres con un tipo de sonrisa interior, como si él y ellas tuvieran algún dulce secreto entre ambos.



-Estás más raro que nunca. Pero me gusta tu ambición, y esperamos que rinda frutos. Sólo que, ¿no deberías de empezar con algo pronto? Me imaginé que sería estudiar medicina con el tío,  porque solía ser nuestro plan, ¿sabes?



-Yo, por el momento, al menos, porque estoy totalmente de acuerdo contigo en que es necesario contar con un ancla en algún lugar y no ir flotando en el mundo de la imaginación sin el lastre correcto. Tío y yo tuvimos algunas conversaciones al respecto ayer por la noche y  voy a comenzar tan pronto como sea posible, porque él se ha hecho el tiempo suficiente- y dándose a sí mismo una sacudida, Mac arrojó el spray, añadiendo a media voz:

No me regañes, la banda laboriosa, para las flores que no han brotado, he traído:

Cada Aster en la mano, ¿qué se va a casa cargado con un pensamiento?"


Rose captó las palabras y sonrió, pensando para sus adentros:

-"¡Oh, eso es en lo que lo está transformando la edad sentimental y tía Jane ha sostenido conversaciones con él! ¡Dios mío!, ¿Cuánto estamos creciendo?



-Te ves como si no te gustara demasiado la perspectiva- dijo  ella en voz alta, para Mac que había embestido el volumen de Shelley en su bolsillo y la expresión tan glorificada había desaparecido por completo; Rosa creyó que se había equivocado acerca de la cima de la montaña detrás de las nieblas.



-Sí, lo suficientemente bien. Siempre pensé en la profesión como algo grande, y ¿dónde podría encontrar un mejor maestro que el tío? Lo que tengo en forma perezosa últimamente, y ya es hora que vaya por algo útil, así  es que: aquí voy - y  Mac se desvaneció de pronto en el estudio, mientras que Rosa se unió a Febe en la habitación de Tía Abundancia.



La anciana querida acababa de decidir, después de una discusión larga y seria, cuáles seis postres favoritos debían servirse para la cena, y por lo tanto, tenía unos minutos para dedicar a los sentimientos, así que cuando Rosa entró, le tendió los brazos, diciendo cariñosamente:

-No voy a sentir que mi niña está de vuelta otra vez hasta que la tenga en mi regazo un minuto. No, no eres muy pesada, mi reumatismo no comienza mucho antes de noviembre, así que siéntate aquí, cariño, y pon tus dos brazos alrededor de mi cuello.

Rosa obedeció, y no habló por un momento, mientras la anciana tenía a la joven cerca y apaciguaba las ansias de dos años de un corazón de madre por las caricias de las mujeres que dan a sus seres queridos. Justo en el medio de un beso, sin embargo, de pronto se detuvo y, tendiéndole un brazo, llamó a Febe, que estaba tratando de irse sin ser vista.


-No te vayas, que hay espacio para ambas en mi amor, aunque no lo hay en mi regazo. Estoy muy agradecida que mis queridas hijas  estén a salvo en casa una vez más, que no sé lo que voy a hacer- dijo la tía Abundancia, Febe la  abrazó de todo corazón por lo que no pudo sentirse excluida en el frío y se quedó allí con sus ojos negros brillando a través de los más felices lágrimas.



-No, ahora he tenido un buen abrazo, y siento como si todo estuviera bien otra vez. Me gustaría que dejaras los gorros en orden, Rosa, me fui a dormir con tanta prisa, me tiraba de los hilos de ella y  las dejé todas en un montón. Febe, querida, tú agita el  polvo alrededor de un ácaro, al igual que solías hacerlo, porque no he tenido a nadie que haga lo que me gusta desde que te has ido, y me va a hacer bien ver todas mis chucherías enderezadas de  manera ordenada- dijo la anciana, levantándose con una expresión fresca en su rostro anciano color de rosa.



-¿Quito el polvo de aquí también?- preguntó Febe, mirando hacia una habitación interior, que solía estar a su cuidado.
                                                                                        
-No, querida, prefiero hacerlo yo misma. Entra si quieres, nada ha cambiado. ¡Tengo que ir a ver mi pastel!- Y Tía Abundancia corrió bruscamente con un estremecimiento de emoción en su voz que hizo a sus últimas palabras patéticas.



Deteniéndose en el umbral como si fuera un lugar sagrado, las chicas se vieron con los ojos de pronto empañados por tiernas lágrimas, porque parecía como si la gentil ocupante todavía estuviera allí.  El sol brilló en los  viejos geranios por la ventana, la silla acolchada estaba en su lugar acostumbrado, con la envoltura blanca colgada y a través ella se desvanecieron las zapatillas que estaban listas en el suelo. Los libros y la cesta, tejidos y espectáculos, eran como ellas los habían dejado, y la bella tranquilidad que siempre llenaba la habitación parecía tan natural, que ambas observadoras se volvieron sin querer hacia la cama, que la tía Paz usaba para darles la bienvenida con una sonrisa. Sin embargo, no había ninguna vieja cara dulce en la almohada; ahora, las lágrimas que mojaban las florecidas mejillas no eran porque ella se había ido, sino por lo que ella había sido, porque vieron algo que hablaba elocuentemente acerca del amor que sobrevive a la muerte y hace a las cosas más humildes, bellas y sagradas.

Un estrado muy gastado estaba junto a la cama, y ​​en la blancura, apilado en lo alto de la camilla vacía, había un pequeño hueco donde la cabeza de la tía Abundancia había descansado y dicho las oraciones que su madre le enseñó hace setenta años.



Sin decir una palabra, las chicas cerraron la puerta suavemente. Y mientras Febe ponía el cuarto en el orden más exquisito, Rosa regresó a ajustar el gorro simple blanco, donde nunca  las cintas de color rosa y amarillo se arrugaban ahora, tanto sentimiento honrado por sus tareas y mejor para su conocimiento del amor fiel y la piedad que santificó la vida de una buena mujer.



-Tú, criatura querida, ¡estoy muy contenta de que hayas vuelto! Sé que es vergonzosamente temprano, pero realmente no podía seguir ni un minuto lejos. Deja que te ayude, me muero por ver todas las cosas espléndidas. Vi los baúles pasar y sé que tienes cantidades de tesoros- exclamó la bendita Annabel, todo de un tirón mientras abrazaba a Rosa una hora después y miraba por la habitación llena de una variedad de objetos agradables. 



-¡Qué bien te ves! Siéntate y te voy a enseñar mis  preciosas fotografías. Tío eligió todo lo mejor para mí, y es un placer verlos-  respondió Rosa, poniendo un rollo sobre la mesa y mirando a su alrededor para obtener más.



-¡Oh, gracias! No tengo tiempo ahora y necesito una hora para estudiar esas cosas. Muéstrame tus vestidos de París, hay un encanto en ello, que estoy perfectamente con ganas de ver los últimos estilos- y Annabel dirigió una mirada ansiosa hasta ciertas cajas grandes deliciosamente sugestivas de gala francesa.



-No tengo ninguno- dijo Rosa, con cariño observando las fotografías bellas mientras ella las colocaba de inmediato.



-¡Rosa Campbell! ¿No quieres decir que no recibiste un vestido de París por lo menos? -exclamó Annabel, escandalizada ante la sola idea de esa negligencia.



-Ninguno para mí. Tía Clara ordenó varios, y estará encantada de mostrarlos cuando su caja llegue.

- ¡Qué oportunidad! ¡Allí mismo y con un montón de dinero! ¿Cómo puedes amar a tu tío después de tanta crueldad?-  Annabel suspiró, con la cara llena de simpatía.



Rosa se quedó perpleja por un momento, y luego pareció entender, y asumió un aire de superioridad que le hizo muy bien mientras decía, con buen humor abriendo una caja de cintas

- El tío no  me prohibió hacerlo, y yo tenía el dinero suficiente, pero opté por no gastarlo en cosas de ese tipo.



-¡Podría y no, no puedo creerlo!- Y Annabel se hundió en una silla, como si la idea fuera demasiado para ella.



- No quería al principio, sólo por el gusto de la cosa. De hecho, fui y miré algunos vestidos asombrosos. Pero eran muy caros, muy recortados, y no es mi estilo en absoluto, así que los di y me quedé con lo que más valoro, que todos los vestidos  hechos por Worth.



-¿Qué, en el mundo, podría ser? -exclamó Annabel, esperando que ella dijera diamantes.



- La buena opinión del tío- contestó Rosa, mirando pensativa hacia las profundidades de una caja de embalaje, donde se hallaba la imagen encantadora que siempre le recordaba el triunfo sobre la vanidad juvenil, que no sólo mantuvo sino que aumentó "la buena opinión del tío”



-¡Oh, claro!- Annabel dijo sin expresión, y se puso a examinar el encaje de tía Abundancia, mientras que la tía de Rosa se iba con una sonrisa de felicidad en sus ojos mientras se sumergía en otro baúl.



-El tío piensa que no se tiene derecho a malgastar el dinero en esas cosas, pero él es muy generoso y le encanta dar regalos útiles, bellos o curiosos. Mira, todos estos adornos son bonitos para obsequios, y deberás elegir primero lo que quieras.



-¡Él es un  perfecto encanto! -exclamó Annabel, deleitándose en el cristal, coral de filigrana, y baratijas de mosaico  que se extendían ante ella, mientras que Rosa terminó su rapto mediante la adición de diversas menudencias frescas del buen gusto de París.



-Ahora dime, ¿cuándo te referirás a tener tu fiesta de presentación? Lo pregunto porque no tengo nada listo y necesito un montón de tiempo, pues supongo que será el evento de la temporada- preguntó Annabel unos minutos más tarde ya que oscilaba entre un coral rosa y un conjunto  azul de lava.



-Salí cuando fui a Europa, pero supongo que la tía Abundancia va a querer tener algún tipo de jolgorio para celebrar nuestro regreso. Voy a empezar, quiero decir, que para seguir adelante, y tener una  sencilla,  y alegre fiesta, invitaremos a todos los que nos agradan, sin importa a qué 'lugar', por casualidad, pertenecen. Nadie podrá decir que soy aristocrática y exclusiva así que prepárate para ser sorprendida, por los viejos y jóvenes amigos, ricos y pobres,  quienes serán invitados a todas mis fiestas.

-¡Oh, mi corazón! ¡Vas a ponerte extraña, tal y como predijo Mamá! - Annabel suspiró, juntando las manos en desesperación y estudió el efecto de tres pulseras en su brazo gordito en medio de su aflicción.

-En mi casa voy a hacer lo que creo que es lo mejor, y si la gente me llama rara,  no lo puedo evitar. Me esforzaré por no hacer nada tan terrible, pero me parece heredar el amor del tío por los experimentos y significa que algo probaré. Me atrevería a decir que se producirá un error y voy a reírme de ello.  Sin embargo, tengo la intención de hacerlo,  por lo que será mejor que me deje guiar ahora antes de empezar- dijo Rosa con un aire de resolución que fue bastante alarmante.

-¿Qué llevarás en este nuevo tipo de fiestas tuyas?- preguntó Annabel, sabiamente haciendo oídos sordos a todos los temas delicados o peligrosos y manteniéndose en los asuntos que entendía.



-Esa cosa blanca de ahí. Es fresca y hermosa, y Febe tiene uno igual. No quiero volver a vestirme más de lo que ella hace, y vestidos de ese tipo son siempre cada vez  más apropiados para las niñas de nuestra edad.



-¡Febe! ¡No quieres decir con esto que la convertirás en una dama!- Jadeó Annabel, alterando sus tesoros mientras ella caía hacia atrás con un gesto que hizo crujir la sillita de nuevo, porque la dicha señorita era tan gorda como una perdiz.



-Ella ya lo es, y cualquier persona que la desdeñe me desprecia a mí, porque ella es la mejor chica que conozco y la más querida- exclamó Rosa calurosamente.



-Sí, por supuesto, es sólo que me sorprendió que tuvieras toda la razón, porque puede llegar a ser alguien, y entonces, ¡Cuán contenta se sentirá de que hayas sido tan buena con ella!- dijo Annabel, virando alrededor una vez,  para ver en qué dirección soplaba el viento.



Antes de que Rosa pudiera volver a hablar, una voz alegre llamando desde la sala

- Amita, ¿dónde estás?



-En mi habitación, Febe, querida-  y  llegó aquella a la que la niña Rosa iba a "convertir en una señora", luciendo tan bien que Annabel abrió los ojos azul de porcelana y sonrió involuntariamente, mientras Febe hacía una pequeña reverencia  en una  imitación lúdica de su forma antigua y decía en voz baja:

-¿Cómo está usted, señorita Bliss?



-Me alegro de verla de nuevo, señorita Moore-  respondió Annabel, estrechando la mano de una manera que resolvió la cuestión del lugar de Febe en su mente para siempre, porque la joven corpulenta tenía un gran corazón, a pesar de  poseer una mente  débil y era muy aficionada a Rosa. Era, evidentemente, "Quiéreme, quiere a mi Febe," así que ella tomó una decisión al respecto sobre que Febe era alguien, y que daba un aire de romance hasta en la casa de los pobres.



Ella no podía dejar de mirar un poco al ver cómo las dos amigas trabajan juntas y escuchó sus palabras felices sobre cada nuevo tesoro, ya que salió a la luz, por cada mirada y palabra y claramente demostró que los años de buena compañía les había hecho muy queridas la una a la otra. Fue bonito ver a Rosa tratar de hacer la parte más difícil de cualquier trabajo por sí misma y aun más bonito ver a su Febe eludir y desatar los nudos duros, doblar los papeles rígidos, o levantar las bandejas pesadas con sus propias manos fuertes, y  lo más bonito de todo, oír su voz en un tono maternal, mientras Rosa se sentaba en un sillón:

-Ahora, mi queridita, siéntate y descansa, porque tendrás que ver compañía durante todo el día, y no puedo dejar que te canses tan pronto.

-Esa no es una razón por la que debería dejarte. Llama a Jane para ayudar o voy yo,  directamente, otra vez- respondió Rosa, con una  muy mala posición de  autoridad.



-Jane puede tomar mi lugar abajo, pero nadie puede esperar verte aquí, excepto yo, siempre y cuando esté contigo- dijo Febe de manera señorial, al agacharse para poner un cojín bajo los pies de su amita.



-Es muy agradable y bonito de ver, pero no sé qué dirá la gente cuando  ella entre en sociedad con el resto de nosotras. Tengo la esperanza de que Rosa no vaya a ser muy extraña- se dijo Annabel a sí misma mientras se iba para hacer circular la noticia deprimente que no  iba a haber ningún baile grande y,  la más triste decepción de todas, que Rosa no había traído un  solo traje de París, con el que refrescar los ojos y despertar la envidia de sus  amables amigas.



-Ahora, he visto o escuchado a todos los chicos, excepto a Charlie, y supongo que él está demasiado ocupado. Me pregunto  de qué se tratará- pensó Rosa, alejándose de la puerta de la sala, adonde había acompañado a su invitado cortésmente.

El deseo le fue concedido un momento después, ya que, al entrar en la sala para decidir donde debía colocar algunos de sus cuadros, vio  un par de botas marrones en un extremo del sofá, una cabeza de color marrón rojizo en el otro, y descubrió que Charlie estaba sumamente ocupado en no hacer nada.


-La voz de la Bliss se escuchó en la tierra, así que huí hasta que subió la escalera, y luego tomé una breve siesta a la espera de presentar mis respetos para la viajera distinguida, Lady Hester Stanhope-  dijo él, levantándose de un salto para hacer su mejor reverencia.



-La voz del perezoso sería una cita  más adecuada, creo yo. ¿Aun sigue siendo Annabel una cría para ti?-  le preguntó Rosa, recordando ciertas bromas juveniles sobre el tema de los afectos no correspondidos.


-Ni un poco. La diversión me ha cortado, y  la justa Annabella será la señora de Tokio antes de que el invierno acabe, ¿si no estoy muy equivocado?



-¿Qué? ¿Ven una pequeña diversión? ¡Cuán gracioso parece pensar que él creció para casarse, de todas las personas, con Annabel! Ella nunca dijo una palabra sobre él, pero ¿Por esto admira mis cosas chinas bonitas y está tan interesada en el Cantón?



-Las pequeñas diversiones están muy bien ahora, y mucho más enamorado que nuestro amigo el gordo, que se lleva los palillos cada vez que dice una palabra. No necesito preguntarte cómo hiciste, prima, para golpear a aquella Aurora  toda arqueada en el camino de color. Debería haber venido antes, pero pensé que te gustaría un buen descanso después de tu viaje.



-Yo estaba corriendo una carrera con Jamie antes de las nueve. ¿Qué hacía usted, joven?



-Durmiendo soñando, amor, sueño, el amor, por ti- comenzó Charlie, pero Rosa le interrumpió diciendo en  el tono de reproche que pudo, mientras que el culpable se la  quedó mirando con plácida satisfacción:

-Deberías haber estado funcionando y en el trabajo como el resto de los chicos. Me sentía como un avión no tripulado en una colmena de abejas muy ocupadas cuando vi a todos corriendo hacia sus negocios.

-Pero, mi querida niña, no tengo negocio. Lo estoy haciendo en mi mente, como ves, y hacer lo “ornamental” mientras estoy decidiendo. Hay que ser siempre un caballero en una familia, y eso parece más bien mi línea-  respondió Charlie, posando para el personaje con la supuesta elegancia lánguida que habría sido muy eficaz  si sus ojos centelleantes no lo hubieran echado a perder.

-No hay ninguno, pero señores en nuestra familia, espero que sí- respondió Rosa, con el aire de orgullo que siempre llevaba cuando se decía algo despectivo con el nombre de  los Campbell.



-Por supuesto, por supuesto. Debería haber dicho caballero ocioso. Ya ves que está en contra de mis principios ser un esclavo como Archie lo es. ¿Para qué sirve? No necesito el dinero, un montón, así que ¿por qué no disfrutar de ello y mantenerme alegre el mayor tiempo posible? Estoy seguro de que las personas alegres, ¿son benefactores públicos en este mundo de dolor?



No era fácil oponerse a esta propuesta, sobre todo cuando era hecha por un hombre  joven apuesto que parecía la imagen de la salud y la felicidad mientras se sentaba en el brazo del sofá sonriendo a su prima de la forma más atractiva. Rosa sabía muy bien que la filosofía epicúrea no era lo único y verdadero para empezar la vida, pero era difícil razonar con Charlie porque él siempre esquivó los temas serios y estaba tan lleno de espíritus alegres; uno odiaba a disminuir el tipo de sol que sin duda era un benefactor público.



- Tienes una forma inteligente  para poner las cosas que no sé cómo contradecirte, aunque sigo pensando que tengo razón- dijo con gravedad. – A Mac le gusta el ralentí, así como a ti, pero él no lo va a hacer porque sabe que es malo para él desperdiciar su tiempo. Va a estudiar una profesión como un niño sabio, a pesar de que tanto preferiría vivir entre sus amados libros o montar sus aficiones en paz.



-Todo eso está muy bien para él, porque no se preocupa por la sociedad y puede también estudiar medicina como  un mujeriego por el bosque con sus bolsillos llenos de mohosos filósofos y poetas antiguos- respondió Charlie con un encogimiento de hombros que claramente expresaba su opinión sobre Mac.



-Me pregunto si los filósofos mohosos, como Sócrates y Aristóteles, y antiguos poetas, como Shakespeare y Milton, ¿no son la empresa más segura para él, para mantener, que algunos amigos más modernos que tú tienes?-  dijo Rosa, recordando las pistas de Jamie acerca de la avena loca, porque podría ser un poco fuerte a veces y no había dado conferencias  a "los muchachos" durante tanto tiempo que le parecía inusualmente muy agradable.



Pero Charlie cambió de tema hábilmente exclamando con una expresión de ansiedad:

-Creo que va a ser como la tía Juana, ¡por eso es sólo la forma en que la toma conmigo cada vez que tiene la oportunidad!  No la tomes por un modelo, te lo ruego, es una mujer buena, pero bastante desagradable en mi humilde opinión.

El temor de ser desagradable es una  gran pesadilla  para una chica, como este joven astuto sabía muy bien, y  Rosa cayó en la trampa a la vez; la tía Juana estaba lejos de ser su modelo, aunque ella no podía dejar de respetar su valor.



-¿Has renunciado a tu pintura? -le preguntó ella con cierta brusquedad, girándose hacia un ángel dorado, Fra Angelico, que estaba apoyado en el rincón del sofá.



-El rostro más dulce que he visto, y tan como tú en los ojos, ¿no?- dijo Charlie, que parecía tener un truco de los Yankees de responder a una pregunta con otra.



-Quiero una respuesta, no un cumplido- y  Rosa trató de verse severa mientras se guardaba la imagen con gran rapidez que ella había tomado.



-¿He dejado de pintar? ¡Oh, no! Embadurno un poco en los óleos, un poco de  acuarela, dibujo de vez en cuando, y  entro al estudio cuando la inspiración me llega.



-¿Y respecto a la música?



-Más floreciente. No practico mucho, pero canto mucho en compañía. Tomé una guitarra  el verano pasado y fui un trovador en gran estilo. A las chicas les gusta, y  ¿es alegre entre los compañeros?



-¿Estás estudiando algo?



-Bueno, tengo algunos libros de leyes sobre la mesa, grandes, capítulos de aspecto sabio y les tomo un tiempo, semi ocasionalmente, cuando coronan el  placer o critican a los padres. Pero dudo si hacer algo más que aprender lo que es una “coartada“ este año - y una sonrisa socarrona en los ojos de Charlie sugirió que a veces se servía de este conocimiento jurídico.



-¿Qué haces, entonces?



-Me divierto. Teatros privados han sido el grito en los últimos tiempos, y he ganado laureles de tal manera que pienso seriamente adoptarlo como mi profesión.



-¡En serio!- -exclamó Rosa, alarmada.



-¿Por qué no? Si tengo que ir a trabajar, ¿no es tan bueno como cualquier cosa?



-No sin más talento que el que yo creo que posees. Con el genio, no se puede hacer nada sin él, ¿no sería mejor dejar el escenario en paz?



-Hay un quencher para la "estrella de la Compañía goodlie" a la que pertenezco. Mac no tiene un pelo de genio para nada, y sin embargo, lo admiro por tratar de ser un médico- exclamó Charlie, más irritado ante sus palabras.

-Es respetable, en todo caso, y yo prefiero ser un médico de segunda clase que un actor de segunda categoría. Pero sé que no lo eres, y sólo diré lo que me da miedo.



-Exactamente. Yo siempre aparezco cuando alguien comienza a dar una conferencia y funciona de maravilla. Tío Mac se pone pálido, las tías toman sus manos en santo horror, y se produce un pánico general. Entonces, magnánimo prometo que no deshonraré a la familia y en la primera explosión de gratitud las almas queridas están de acuerdo con todo lo que pido, por lo que se restablece la paz y me voy en mi camino gustoso.



-Sólo la forma en que utilizaste para amenazar con irte al mar si tu madre se oponía  a cualquiera de tus caprichos. No has cambiado al respecto, aunque te encuentres en los demás. Tenías grandes planes y proyectos una vez, Charlie, y ahora parece que te contentas con ser un "aprendiz de todo y maestro de nada".



-¡Qué tontería sin sentido! El tiempo le ha dado sabiduría, y no veo el sentido de atarme a una sola cosa en particular y largarme lejos año tras año. La gente de una sola  idea llega tan endiabladamente estrecha y mansa, no tengo paciencia con ellos. La cultura es la cosa, y el tipo que se va por lo largo de un amplio campo es el más fácil de adquirir, más práctico de tener, y el de mayor éxito, al final. En cualquier caso, es el tipo que me gusta y sólo tengo la intención de preocuparme por mí.



Con esta declaración, Charlie se alisó el frente, cruzó las manos sobre su cabeza, y, echándose hacia atrás, suavemente entonó el estribillo de una canción de la universidad como si expresara sus puntos de vista de la vida mejor que él:



"Mientras que nuestros filetes de color de rosa derramados

 Se ruborizan sobre cada cabeza ardiente,
 Con más de una taza y  muchas sonrisas
 ¿Los momentos de fiesta nos engañan?"


-Algunos de mis santos aquí eran personas de una sola idea, y aunque no fueron muy exitosos desde el punto de vista mundano, mientras vivían, fueron amados y canonizados al morir- dijo Rosa, que había estado dando vueltas un montón de fotografías en la mesa y justo en ese momento encontró a su favorito, San Francisco, entre ellos.



-Esto es más de mi gusto. Los gastados, becarios cadavéricos me dan tristeza, pero aquí hay un santo caballero que toma las cosas con calma y hace el bien a medida que avanza, sin gritos por encima de sus propios pecados, o hace que otras personas miserables vayan  diciendo los suyos. - Y Charlie puso un hermoso San Martín junto al monje marrón instalado.



Rosa miró a los dos y comprendió por qué su primo prefería la figura de soldado con la espada a la ascética con su crucifijo. Uno de ellos iba a caballo  por el mundo con valentía en púrpura y  lino fino, con el caballo y el perro y escuderos a su espalda, y el otro estaba en un lazareto, orando por los muertos y moribundos. El contraste era muy fuerte, y los ojos de la niña se quedaron en el caballero, a pesar de que dijo pensativamente:

-El tuyo es sin duda el más placentero y sin embargo, nunca he oído hablar de toda buena obra que hiciera, con excepción de dividir su capa con un mendigo, mientras que San Francisco se dio a la caridad sólo cuando la vida era más tentadora y pasó años trabajando para Dios sin recompensa. Es viejo y pobre, y en un lugar terrible, pero no voy a renunciar a él, y tú puedes tener a tu fino San Martín si lo deseas.

-No, gracias, los santos no están en mi línea, pero me gustaría el ángel de cabellos dorados en el vestido azul, si me lo dejas. Ella será mi pequeña Virgen, y voy a rezarle como un buen católico- respondió Charlie, volviéndose hacia la figura delicada con profunda mirada y con los lirios en la mano.



-Con todo mi corazón, y cualesquiera otras que te gusten. Elije alguna para tu madre y dásela a ella con mi amor.



Así que Charlie se sentó junto a Rosa a girar y hablar sobre las fotos para una hora de duración y agradable. Pero cuando se fueron a almorzar, si no hubiera habido nadie que observara, al pequeño, pero significativo, bueno de San Francisco  que yacía boca abajo detrás del sofá, mientras que San Martín galante se mantenía erguido sobre la chimenea.

3 comentarios:

  1. Gracias por este capítulo 2°. es muy importante para mí,
    cordialmente.
    antonieta

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  2. Gracias por este capítulo 2°. es muy importante para mí,
    cordialmente.
    antonieta

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  3. Oh, siento mucho no haberte respondido, pero ya te envié el libro, que espero que sigas queriendo.

    Saludos ^^

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