Janita: Sé que es un día funesto para ti y para tu hermana, pero les dejo otro capítulo para que lo lean cuando estén en paz con lo de la Bebé. Fue una gran gatita, muy hermosa, inteligente, diva y una de las más gruñonas del mundo.
Es curioso y se lo comenté a Dita, pero soñé una vez con ustedes y tú tenías el mismo tono de voz, te lo prometo.
Ahora la Bebé seguro estará en el lomo del Tobías, descansando en paz por la flojera crónica de gato y ¿quién sabe? Quizás se encontró con Panda y mis gatos y son vecinos ^^
Mucho cariño para ti, ¡fuerza y paz!
Te quiere, Em
1890
Era un día hermoso en Puno, el lago que se
veía por la ventana con un toque fresco de color azul y el sol brillando con
tal deslumbrante fuerza que parecía haber quemado todo el azul y las nubes del
cielo, dejando todo un resplandor blanco. Llevada por el aire puro de las
montañas, a lo largo de las aguas del lago y pasando por la casa, sonó la melodía
de Magnus.
Magnus ya estaba obteniendo atención bajo
el alféizar de la ventana cuando las persianas de ventana del dormitorio de
Ragnor se abrieron de golpe.
-¿Qué-qué-qué estás haciendo?- Exigió.
- Tengo casi seiscientos años- afirmó
Magnus, y Ragnor rió, ya que Magnus cambiaba su edad para adaptarse a sí mismo
cada pocas semanas. Magnus lo ignoró- Parece que ya es hora de aprender a tocar
un instrumento musical.- Enseñó su nuevo premio, un pequeño instrumento de
cuerda que se parecía a un primo del laúd y que al laúd le daría vergüenza estar relacionado con él. -Se llama
charango. ¡Tengo la intención de convertirme en un charanguista!
-Yo no llamaría a eso un instrumento de
música- observó Ragnor con amargura. -Un instrumento de tortura, quizás.
Magnus acunó el charango en sus brazos
como si fuera un bebé que se ofendía fácilmente. -¡Es un instrumento hermoso y
muy único! La caja de sonido está hecha de un armadillo. Bueno, un caparazón de
armadillo seco.
-Eso explica el sonido que está haciendo-
dijo Ragnor. Al igual que un perdido armadillo hambriento.
-Estás celoso- comentó Magnus con calma.
-Debido a que tú no tienes el alma de un verdadero artista como yo.
-Oh, estoy positivamente verde de envidia-
espetó Ragnor.
-Vamos, Ragnor, eso no es justo- dijo
Magnus- Sabes que adoro cuando haces chistes sobre tu tez.
Magnus se negó a ser afectado por los
juicios crueles de Ragnor; miró a su compañero brujo con una elevada mirada de
soberbia indiferencia, levantó su charango, y empezó a tocar una vez más su
desafiante y hermosa melodía.
Ambos oyeron el golpe staccato de pies que
corrían frenéticamente desde el interior de la casa, el rumor de las faldas, y
luego Catarina llegó corriendo al patio. Su cabello blanco caía suelto sobre
sus hombros, y su rostro era la viva imagen de la alarma.
-Magnus, Ragnor, escuché a un gato
haciendo un ruido muy sobrenatural- exclamó- Por el sonido que está haciendo,
la pobre criatura debe estar desesperadamente enferma. ¡Tienen que ayudarme a
encontrarlo!
Ragnor inmediatamente se derrumbó en la ventana riendo histéricamente. Magnus
miró a Catarina por un momento, hasta que vio sus labios contraídos.
-Están conspirando contra mí y contra mi
arte- declaró. -Son una manada de conspiradores.
Empezó a tocar otra vez. Catarina lo
detuvo poniendo una mano en su brazo.
-No, pero en serio, Magnus- dijo ella -Ese
ruido es terrible.
Magnus suspiró.
-Cada brujo es un crítico.
-¿Por qué haces esto?
-Ya me he explicado con Ragnor. Deseo
llegar a dominar un instrumento musical. He decidido dedicarme al arte del
charanguista, y quiero oír más pequeñas objeciones.
-Sí, estamos todos haciendo listas de cosas
que queremos oír más…- Murmuró Ragnor.
Sin embargo, Catarina estaba sonriendo.
-Ya veo- dijo.
- Señora, no lo ve.
- Lo hago, estoy viendo todo más claro- le
aseguró Catarina -¿Cuál es su nombre?
-Me molesta tu implicación- dijo Magnus.
-No hay ninguna mujer de por medio, ¡Estoy
casado con mi música!
-Oh, está bien- dijo Catarina- Entonces,
¿Cómo se llama?
Su nombre era Imasu Morales, y era
precioso.
Los tres brujos estaban alojados cerca del
puerto, a lo largo de la orilla del lago Titicaca, pero Magnus le gusta ver y
ser parte de la vida de una manera en que a Ragnor y a Catarina, familiarizados
con la tranquilidad y la soledad de la infancia debido a sus teces inusuales,
no lo lograban entender muy bien. Se fue caminando de la ciudad hacia las
montañas, teniendo pequeñas aventuras. En unas pocas ocasiones en que Ragnor y
Catarina seguían recordándole, dolorosa e innecesariamente que él había llegado
a casa escoltado por la policía, a pesar de que el incidente con los
traficantes bolivianos había sido un malentendido.
Sin embargo, Magnus no había estado
involucrado en tratos con contrabandistas esa noche; simplemente había estado caminando por la
Plaza Republicana, bordeando arbustos y esculturas artísticamente esculpidos.
La ciudad a sus pies brillaba como estrellas dispuestas en hileras, como si
alguien estuviera haciendo crecer una cosecha de luz. Era una linda noche para
conocer a un hermoso niño.
La música había tomado primero el oído de
Magnus, y luego la risa. Magnus se había vuelto a mirar y vio unos brillantes
ojos oscuros, el pelo revuelto, y los dedos del músico tocando.
Magnus tenía una lista de rasgos
favorecidos en un compañero de cabello negro, ojos azules, honestos, pero en este
caso lo que le atrajo fue una respuesta individual a la vida. Algo que no había
visto antes, y que le dio ganas de observar más.
Se acercó más, y logró llamar la atención
de Imasu. Una vez que ambos fueron capturados, el juego pudo comenzar, y Magnus
comenzó por preguntar si Imasu enseñaba música. Deseaba pasar más tiempo con
Imasu, pero quería aprender bien para ver si podía ser absorbido en la misma
forma, crear los mismos sonidos.
Incluso después de unas cuantas lecciones,
Magnus se dio cuenta de que los sonidos que hacía con el charango eran
ligeramente diferentes de los sonidos que Imasu hacía. Posiblemente más que un
poco. Ragnor y Catarina tanto le rogaron para dejar el instrumento. Extraños al
azar en la calle le rogaron lo mismo, incluso
los gatos huían de él.
Pero: -Usted tiene un verdadero potencial
como músico- dijo Imasu, con su voz grave y sus ojos risueños.
Magnus tenía la política de escuchar a las
personas que eran amables, alentaban, y eran muy guapas.
Así que se mantuvo en ello con el
charango, a pesar del hecho de que estaba prohibido tocar en la casa. También
se desanimó de tocar en lugares públicos por un niño llorando, un hombre con
papeles hablando de las ordenanzas municipales, y un pequeño motín.
Como último recurso, se fue a las montañas
y tocó allí. Magnus estaba seguro de que la estampida de las llamas que
presenció era una coincidencia. Las llamas no podían juzgarlo.
Además, el charango estaba, sin duda,
empezando a sonar mejor. Estaba tratando de conseguir dominarlo o sucumbir a
las alucinaciones auditivas. Magnus optó por creer que era lo primero.
-Creo que realmente me volví en una
esquina- dijo a Imasu sinceramente un día. -En las montañas. Una esquina
musical metafórica, claro está. Realmente debería haber más carreteras hasta
allí.
-Eso es maravilloso- dijo Imasu con los
ojos brillantes. -No puedo esperar para escucharlo.
Estaban en la casa de Imasu, ya que a
Magnus no se le permitió tocar en cualquier otro lugar en Puno. La madre y la
hermana de Imasu estaban tristemente propensas a las migrañas, así que muchas
de las lecciones de Magnus se quedaban en la teoría musical, pero hoy Magnus e
Imasu estaban en la casa solos.
-¿Cuándo podemos esperar que tu madre y tu
hermana estén de vuelta?- preguntó Magnus, muy informal.
-En un par de semanas- respondió Imasu. -Se
fueron a visitar a mi tía. Um… no huyeron, quiero decir, no salieron de la casa
por cualquier motivo en particular.
-Estas señoras encantadoras- comentó
Magnus. Me pone tan triste que ambas
sean tan enfermizas. - Imasu parpadeó- ¿Sus dolores de cabeza?- le recordó
Magnus.
-Oh- dijo Imasu- Oh, claro- Hubo una
pausa, y luego Imasu le dio una palmada. -¡Estabas a punto de tocar algo para
mí!
Magnus le sonrió. –Prepárate- entonó -
para ser sorprendido.
Levantó el instrumento en sus brazos.
Habían llegado a entenderse entre sí, por lo que sentía, su charango y él.
Podía hacer que el flujo de su música fuese desde el aire o hasta el río o sobre
las cortinas, si así lo deseaba, pero esto era diferente, humano y extrañamente
conmovedor. El tropiezo y chirrido de las cadenas se unieron, pensó Magnus,
para formar una melodía. La música estaba casi allí, en sus manos.
Cuando Magnus miró hacia Imasu, vio que Imasu
había dejado caer la cabeza entre las manos.
-Er- dijo Magnus. ¿Estás bien?
-Simplemente estaba abrumado- dijo Imasu
con voz débil.
Magnus se arregló un poco. –Ah, bueno.
-Por lo horrible que era- dijo Imasu.
Magnus parpadeó- ¿Perdón?
-¡No puedo vivir una mentira por más
tiempo!- estalló Imasu. -He tratado de ser alentador. Los dignatarios de la
ciudad se han dirigido a mí, pidiéndome que te suplique que lo suspendas. Mi
santa madre me lo imploró con lágrimas en los ojos.
-No es tan malo como todo eso.
-¡Sí, lo es!- Era como si una presa de la
crítica musical se hubiese roto. Imasu se volvió hacia él con los ojos que destellaban
en lugar de brillar. -¡Es peor de lo que puedas imaginar! Cuando tocas, todas
las flores de mi madre pierden la voluntad de vivir y expiraran al instante. La
quinua no tiene sabor ahora. Las Llamas están migrando debido a tu música, y no son unos animales migratorios. Los niños
creen ahora que hay un monstruo enfermo, medio caballo y medio pollo grande y fúnebre,
que vive en el lago y llama al mundo a concederle la dulce liberación de la
muerte. La gente del pueblo cree que tú y yo estamos realizando mágicos rituales
arcanos.
-Bueno, esa era más bien una buena
suposición- comentó Magnus.
-¡Con el cráneo de un elefante, una
improbable seta grande, y uno de sus sombreros muy particulares!
-O no- dijo Magnus. -Además, mis sombreros
son extraordinarios.
-No voy a discutir eso- Imasu se pasó una
mano por el pelo negro y espeso, se acurrucó y se aferró a sus dedos como vides
manchadas de tinta. -Mira, sé que me equivoqué; vi a un hombre bien parecido,
pensé que no estaría de más hablar un poco acerca de música y entablar un interés común, pero yo no
me merezco esto. Vas a conseguir que te empiedren en la plaza del pueblo, y si
tengo que escucharte tocar de nuevo, voy a ahogarme en el lago.
-Oh- dijo Magnus y comenzó a sonreír- Yo
no lo haría; he oído que hay un monstruo terrible que vive en el lago.
Imasu parecía que aún estaba meditando
acerca de Magnus tocando el charango, un tema del que Magnus había perdido todo
interés- ¡Creo que el mundo va a terminar con un ruido como el jaleo que hacen!
-Interesante- dijo Magnus, y arrojó su charango por la
ventana.
-Magnus
-Creo que la música y yo hemos ido todo lo
lejos que podíamos llegar juntos- dijo Magnus- Un verdadero artista sabe cuándo
rendirse.
-¡No puedo creer que hicieras eso!
Magnus hizo un gesto con la mano
alegremente. -Lo sé, es doloroso, pero a veces hay que cerrar los oídos a las
súplicas de la musa.
-Sólo quería decir que esos son caros y que
oí un crujido.
Imasu parecía genuinamente apenado, pero
él estaba sonriendo, también. Su rostro era un libro abierto en colores brillantes,
tan fascinante al igual que fácil de leer. Magnus se trasladó desde la ventana
hacia el espacio de Imasu y dejó una parte rizada alrededor de los dedos
callosos de Imasu y la otra muy ligeramente alrededor de su muñeca. Vio el
escalofrío por todo el cuerpo de Imasu, como si fuera un instrumento del que
Magnus pudiera convencer hacer cualquier sonido que quisiera.
-Me asola renunciar a mi música- murmuró
Magnus - Pero creo que descubrirás que tengo muchos talentos.
Esa noche, cuando llegó a casa y les dijo
a Ragnor y a Catarina que había renunciado a la música, Ragnor dijo: -En 500 años nunca he deseado el
toque de otro hombre, pero de repente estoy poseído por el deseo de besar a este
chico en la boca.
-Manos fuera- dijo Magnus, con fácil contenta
posesividad.
Al día siguiente todo Puno se levantó y se
reunió en un festival. Imasu le dijo a Magnus que él estaba seguro de que la
fecha de la fiesta era del todo ajena. Magnus se echó a reír. Salió el sol a través
de los ojos de Imasu, tiras brillantes a través de su piel morena, y la boca de
Imasu acurrucada debajo de Magnus. No salieron para ver el desfile.
Magnus preguntó a sus amigos si podrían
permanecer en Puno por un tiempo, y no se sorprendió cuando aceptaron. Catarina
y Ragnor eran brujos; para ellos, como para Magnus, el tiempo era como la
lluvia, brillando en su caída, cambiando el mundo, pero algo que también podría
darse por sentado.
Hasta que querías a un mortal; luego el
tiempo se convertía en oro en las manos de un avaro, cada año brillante contado
cuidadosamente, infinitamente precioso, y cada uno resbalando entre los dedos.
Imasu le habló de la muerte de su padre y
el amor de su hermana por el baile que había inspirado a Imasu para tocar con
ella, y que esta era la segunda vez que él había estado enamorado. Él era
indígena y español, más mezclado, incluso que la mayoría de los mestizos,
también español para algunos y no lo suficientemente español para los demás.
Magnus habló un poco con Imasu de eso, de la sangre y el holandés de Batavia en
sus propias venas.
No habló de la sangre demoníaca o de su
padre o de la magia, todavía no.
Magnus había aprendido a tener cuidado al
dar sus recuerdos con su corazón. Cuando la gente moría se sentía como si todas
las piezas de ti mismo que les habías dado se fueran también. Nos llevaba mucho
tiempo construir una copia de seguridad hasta que todas se unieran de nuevo, y
nunca serían del todo las mismas.
Había sido una larga y dolorosa lección.
Magnus aún no había aprendido muy bien, lo
que daba por sentado, cuando se encontró queriendo decir a Imasu demasiado. No
sólo quería hablar sobre sus padres, sino de su pasado, la gente que había
amado; sobre Camille, y sobre Edmund Herondale y su hijo, Will, e incluso sobre
Tessa y Catarina y cómo la había conocido en España. Al final se desmoronó y le
contó la última historia, aunque dejó los detalles; como que los Hermanos
Silenciosos y Catarina casi fue quemada por ser bruja. Pero a medida que las
estaciones cambiaban, Magnus comenzó a pensar que debía decirle a Imasu acerca
de la magia, al menos, antes de que él sugiriera que Magnus dejara de vivir con
Catarina y Ragnor e Imasu dejara de vivir con su madre y con su hermana, y que
encontraran un lugar juntos que Imasu podría llenar con música y Magnus con
magia. Ya era hora de sentar la cabeza, pensó Magnus, por un corto tiempo, al
menos.
Llegó como una sorpresa cuando Imasu
sugirió, muy tranquilamente:
-Tal vez es hora de que tú y tus amigos
piensen abandonar Puno.
-¿Hacerlo sin ti?- Preguntó Magnus. Él
había estado descansando y tomando el sol frente a la casa, pensando en Imasu y
haciendo sus planes para un tiempo en el futuro. Fue sorprendido con la guardia
lo suficientemente baja como para lucir estúpido.
Sí- respondió Imasu, mirando arrepentido
por la posibilidad de hacerse más claro- Absolutamente sin mí. No es que no
haya tenido un tiempo maravilloso contigo. Nos hemos divertido juntos, tú y yo,
¿verdad?- Añadió suplicante.
Magnus asintió con la cabeza, con el aire
más indiferente que pudo, y luego lo arruinó inmediatamente diciendo: -Yo
pensaba que sí. ¿Por qué acabar con ello?
Tal vez había sido su madre, o su hermana,
algún miembro de la familia de Imasu, oponiéndose al hecho de que ambos eran
hombres. Esta no sería la primera ni la última vez que le sucedería a Magnus,
aunque la madre de Imasu siempre había dado la impresión de que Magnus podía
hacer lo que quisiera con su hijo con tal de que él nunca tocara un instrumento
musical en su presencia otra vez.
-Eres tú- estalló Imasu- -Es la forma en
que estás; no puedo estar contigo por más tiempo, porque no lo quiero ser.
-Por favor- dijo Magnus después de una pausa-
Sostenme con elogios. Esta es una experiencia muy agradable para mí, por
cierto, y precisamente como me esperaba que un día fuese a ser.
-Tú eres justo. . .- Imasu tomó una respiración
profunda frustrado- Pareces siempre. . . efímero, como un arroyo poco profundo y
brillante que pasa a todo el mundo; no algo que permanecerá, no es algo que vaya
a durar- Él hizo un pequeño gesto de impotencia, como si dejara ir algo, como
si Magnus hubiese querido dejarse ir. -No alguien permanente.
Eso hizo reír a Magnus, de repente y sin
poder hacer nada, y él echó la cabeza hacia atrás. Había aprendido esta lección
hace mucho tiempo: Incluso en medio de la angustia, aún te podías encontrar a
ti mismo riendo.
La risa siempre había salido fácil de
Magnus, y ayudaba, pero no lo suficiente.
-Magnus- dijo Imasu, y parecía realmente
enfadado. Magnus se preguntó cuántas veces había pensado simplemente estaban
discutiendo, cuando Imasu había sido líder hasta el momento de la despedida. -¡Esto
es exactamente lo que estaba hablando!
-Eres muy malo, ya sabes. Yo soy la
persona más permanente que nunca conocerás- dijo Magnus, su voz sin aliento por
la risa y sus ojos picando un poco por las lágrimas. -Sólo es que eso nunca
hace ninguna diferencia.
Fue la cosa más verdadera que nunca le habían
dicho a Imasu, y él nunca le dijo nada más cierto que eso.
Los brujos vivían siempre, lo que
significaba que habían visto el íntimo y terrible ciclo de nacimiento, vida y
muerte una y otra vez. También significaba que habían sido testigos,
literalmente, de millones de relaciones fallidas.
-Es lo mejor- informó Magnus a Ragnor y a Catarina
solemnemente, alzando la voz para hacerse oír por encima de los sonidos de otro
festival.
-Por supuesto- murmuró Catarina, que era
una buena y leal amiga.
-Me sorprende que duraran tanto tiempo,
estaba mucho más guapo que tú- murmuró Ragnor -que merecía un destino cruel y
terrible.
-Tengo sólo doscientos años- dijo Magnus,
ignorando el bufido mutuo de sus amigos por la mentira. -No puedo sentar la
cabeza todavía; necesito más tiempo para dedicarme al libertinaje. Y creo que-Él
terminó su bebida y miró especulativamente alrededor- voy a pedir a esa encantadora
señorita de ahí que bailemos.
La chica a la que estaba mirando, él noto
que también había respondido a su mirada. Tenía pestañas tan largas que casi barrían por sus
hombros.
Era posible que Magnus estuviera un poco
borracho. La Chicha de molle era famosa tanto por sus efectos rápidos y por las
horribles resacas que le seguían.
Ragnor tembló con violencia e hizo un
sonido como un gato cuya cola ha dado un
paso adelante.
-Magnus, por favor, no. ¡La música es
bastante mala!
-Magnus no es tan malo bailando como
cuando toca el charango- comentó Catarina pensativa. -En realidad, baila muy
bien, aunque con un cierto, er, único y característico estilo.
-No me siento incluso un poco
tranquilizado- dijo Ragnor- Ninguno de los dos son tranquilizadoras personas.
Después de un breve interludio
climatizado, Magnus volvió a la mesa con la respiración un poco complicada. Vio
que Ragnor había decidido divertirse golpeando su frente repetidamente contra
la mesa.
-¿Qué crees que estabas haciendo?- exigió
Ragnor entre golpes sombríos.
Catarina contribuyó- La danza es una
hermoso baile, tradicional llamado El Alcatraz, y pensé que Magnus la estaba
bailando.
-Brillantemente- sugirió Magnus. ¿Gallardamente? ¿Devastadoramente
atractivo? ¿Graciosamente?
Catarina frunció los labios en sus pensamientos
antes de elegir la palabra adecuada.
-Espectacularmente.
Magnus la señaló - Es por eso que eres mi
favorita.
-Y tradicionalmente el hombre giratorio
- Giraste espectacularmente- observó
Ragnor con voz agria.
Magnus hizo una pequeña reverencia -Vaya,
gracias.
-Y los intentos de prender fuego a las
faldas de tu compañera con una vela -continuó Catarina- Es una maravillosa,
vibrante y hermosa pieza de baile.
-Oh,"intentos", ¿verdad?- Preguntó
Ragnor -¿Así que no es tradicional para alguien que utiliza la magia, en
realidad, hacer que las faldas de la mujer y su propia capa ostentosa llameen y
sigan bailando a pesar de que las parejas de baile que participan están
realmente girando en torres de fuego?
Catarina tosió. -No es estrictamente
tradicional, no.
-Estuvo todo bajo control- declaró Magnus
con altanería. -Ten un poco de fe en mis dedos mágicos.
Incluso la chica con la que había
bailado había pensado que era un
maravilloso truco. Ella había estado envuelto en real fuego brillante y había
inclinado la cabeza hacia atrás y se había reído, su pelo negro cayendo y
convirtiéndose en una cascada de luz crujiente, con los tacones de sus zapatos
lanzando chispas como polvo brillante saltando por todo el piso, su falda
arrastrando llamas como si siguiera una cola de fénix. Magnus había girado y
girado con ella, y ella pensó que era maravilloso para un momento de ilusión
brillante.
Pero, como el amor, el fuego no duró
mucho.
-¿Crees que con el tiempo nuestra especie permanecerá
lo suficientemente alejada de la humanidad que nos transformamos en seres que
intocables e indignos de amor para la humanidad? preguntó Magnus.
Ragnor y Catarina lo miraron.
-No responden- les dijo Magnus.- Eso sonó
como la pregunta de un hombre que no tiene respuestas. Eso sonó como la
pregunta de un hombre que necesita otro trago. ¡Aquí vamos!
Levantó un vaso. Ragnor y Catarina no se
unieron a él, pero Magnus estaba feliz de hacer el brindis por su cuenta. -A la
aventura- dijo, y bebió.
Magnus abrió los ojos y vio una luz
brillante, sintió la resistencia del aire caliente sobre su piel como un
cuchillo raspando pan quemado. Todo su cerebro latía y se iba rápidamente,
violentamente enfermo.
Catarina le ofreció un tazón. Era un
embrollo de blanco y azul en su visión borrosa.
-¿Dónde estoy?- Graznó Magnus.
-Nazca.
Así que Magnus estaba todavía en Perú. Eso
indicaba que había sido bastante más sensato de lo que había temido.
-Oh, así que nos fuimos a un pequeño
viaje.
-Entraste en casa de un hombre- dijo
Catarina. -Te robaste una alfombra y la encantaste para que volara. A
continuación, saliste a toda velocidad en el aire de la noche. Te perseguimos a
pie .
-Ah- dijo Magnus.
-Tú estabas gritando algunas cosas.
-¿Qué cosas?
-Prefiero no repetirlas- dijo Catarina;
ella estaba de un tono cansado de azul- También prefiero no recordar el tiempo
que pasamos en el desierto. Es un desierto gigantesco, Magnus. Desiertos
ordinarios son bastante grandes. Desiertos Mammoth se llaman así porque son más
grandes que los desiertos propiamente dichos.
-Gracias por la información interesante y
esclarecedora- gruñó Magnus y trató de enterrar su cara en la almohada, como un
avestruz intentando enterrar su cabeza en la arena de un desierto gigantesco.
-Fue algo gentil de su parte seguirme. Estoy seguro de que tuve el placer de
verte- le ofreció débilmente, con la esperanza de que esto llevaría a Catarina
a llevarle más líquidos y tal vez un martillo con el que pudiera romper su
cráneo.
Magnus se sentía demasiado débil para moverse
en busca de un líquido por sí mismo. La magia curativa nunca había sido su
especialidad, pero estaba casi seguro de que el movimiento causaría que la
cabeza se cayera de sus hombros. No podía permitir que eso sucediera, él tenía
la confirmación de muchos testigos de que su cabeza parecía excelente donde
estaba.
-Nos dijiste que te dejáramos en el
desierto, ya que planeabas comenzar una nueva vida como un cactus- dijo
Catarina, con su voz plana. –Entonces, conjuraste pequeñas agujas y las
arrojaste a nosotros… con precisión milimétrica.
Magnus arriesgó mirar hacia ella, todavía
estaba muy borrosa. Magnus pensaba que esto era poco amable. Él había creído
que eran amigos.
-Bueno- dijo con dignidad- Teniendo en
cuenta mi estado altamente intoxicado, debes haber quedado impresionada con mi
puntería certera.
-“Impresionada” no es la palabra que
utilizaría para describir lo que sentí anoche, Magnus.
-Te doy las gracias por detenerme allí-
dijo Magnus. -Fue lo mejor, eres una verdadera amiga. No ha pasado nada. No vamos
a decir nada más al respecto. ¿Podrías buscarme…?
-Oh, no pudimos detenerte- interrumpió
Catarina. -Lo intentamos, pero reíste, saltaste sobre la alfombra, y volaste de
nuevo. No parabas de decir que querías ir a Moquegua.
Magnus realmente no se sentía del todo
bien. Su estómago se hundía y la cabeza le daba vueltas.
-¿Qué he hecho en Moquegua?
-Nunca llegaste ahí- dijo Catarina. -Pero
tú estabas volando alrededor y gritando y tratando de, ejem, escribir mensajes
para nosotros con tu alfombra en el cielo.
Magnus tuvo un vívido recuerdo súbito, el
viento y las estrellas en su pelo, las cosas que había estado tratando de
escribir. Afortunadamente, él no creía que Ragnor o Catarina hablaran del
lenguaje que había estado escribiendo.
-Luego nos detuvimos a comer- dijo
Catarina. –Insististe demasiado para que probásemos una especialidad local que
llamaste cuy. De hecho, tuvimos una comida muy agradable, a pesar de que
todavía estabas muy borracho.
-Estoy seguro de haber estado más sobrio
en ese momento- sostuvo Magnus.
-Magnus, estabas tratando de coquetear con
tu propio plato.
-¡Soy un hombre con una clase de mente muy
abierta!
-Ragnor no lo es- dijo Catarina- Cuando se
enteró de que nos estabas alimentando con los conejillos de indias, te golpeó en
la cabeza con tu plato. Se rompió.
-Así terminó nuestro amor- dijo Magnus- Ah,
bueno. Nunca habría funcionado entre el plato y yo, de todos modos. Estoy
seguro de que la comida me hizo bien, Catarina, y tú fuiste muy buena para
darme de comer y me pusiste a dormir.
Catarina negó con la cabeza. Ella parecía
estar disfrutando esto, como una enfermera pesadilla diciéndole a un niño no le
gustaba especialmente un cuento terrorífico. –Te caíste en el suelo.
Honestamente, pensamos que lo mejor era dejarte dormir en el suelo. Pensamos
que permanecerías allí por algún tiempo, pero dejamos de observarte durante un
minuto, y luego te escabulliste hacia afuera. Ragnor jura que te vio haciendo
en la alfombra, arrastrándote como un enorme cangrejo demente.
Magnus se negó a creer que había hecho tal
cosa. Ragnor no era de fiar.
-Yo le creo- dijo Catarina traicionándole-
Estabas teniendo mucha dificultad para caminar erguido, incluso antes de que
fueras golpeado con el plato. Además, creo que la comida no nos hizo mucho
bien, porque entonces volaste por todos lados gritando que se podían ver unos
grandes monos y pájaros, las llamas y los gatitos dibujados en el suelo.
-Gracioso- dijo Magnus – ¿He progresado
hasta tener completas alucinaciones? Ya es oficial. Eso parece. . . casi es lo
más borracho que he estado. Por favor, no hagas preguntas sobre lo más borracho
que he estado. Es una historia muy triste que implica una jaula.
-No estabas alucinando, en realidad- dijo
Catarina- Una vez que nos quedamos en
las colinas gritando: ¡Abajo, idiota! pudimos ver los enormes dibujos en el
suelo también. Eran muy grandes y hermosos. Creo que eran parte de un antiguo
ritual para invocar el agua de la tierra. Al verlos toda la pena absoluta llegó
a este país.
Magnus todavía tenía la cabeza hundida
profundamente en la almohada, pero se arregló un poco.
-Siempre feliz de enriquecer tu vida,
Catarina.
-No fue grandioso y hermoso- dijo Catarina
pensando en el pasado- cuando estabas enfermo todo los diseños místicos e
inmensos de una civilización pasaron a lo largo. A partir de una altura.
Continuamente.
Sintió brevemente pesar y vergüenza; luego
en su mayoría sintió la necesidad de volver a enfermarse.
Más tarde, cuando estuvo sobrio, Magnus
fue a ver las líneas de Nazca, y se comprometió a recordar las trincheras donde
la grava las había cortado para mostrar la arcilla desnuda expandiéndose, con patrones
específicos: un pájaro con las alas abiertas en vuelo planeado, un mono con una
cola cuyas curvas Magnus pensaba eran positivamente indecentes, obviamente, las
aprobó y una forma que podría haber sido un hombre.
Cuando los científicos descubrieron y
pasaron los años 1930 y 1940 investigando las Líneas de Nazca, Magnus estuvo un
poco molesto, como si las formas anotadas en piedra fuesen su propiedad
personal.
Pero luego lo aceptó. Eso era lo que
habían hecho los humanos: Partieron entre sí mensajes a través del tiempo,
presionado por las páginas o tallados en la roca. Como llegar a la mano a
través del tiempo, y confiando en un maniquí esperado la mano para coger la
suya. Los seres humanos no viven para siempre. Sólo podían esperar que lo que
hicieran durara.
Magnus supuso que podría permitir que los
seres humanos pasaran su mensaje.
Pero su aceptación llegó mucho más tarde.
Magnus tenía otras cosas que hacer, al día siguiente vio por primera vez las
líneas de Nazca. Estuvo enfermo, treinta
y siete veces.
Después de la trigésima vez que Magnus
estuvo enfermo, Catarina se preocupó.
-Realmente creo que puede que tengas fiebre.
-Les he dicho una y otra vez que estoy
vilmente mal, sí- dijo Magnus fríamente. -Es probable que muera, no es que a ninguno
de ustedes, ingratos, les importe.
-No debería haber tenido el conejillo de
indias- dijo Ragnor y cacareó. Parecía guardar rencor.
-Me siento demasiado débil para ayudarme a
mí mismo- dijo Magnus, volviéndose a la persona que se preocupaba por él y que
no tenía la alegría profana en su sufrimiento. Él hizo todo lo posible por
parecer patético y sospechó que en ese momento lo mejor era realmente
excelente. Catarina, ¿podrías?
-¡No voy a desperdiciar magia y energía
que podrían salvar vidas para curar los efectos nocivos de pasar una noche
bebiendo en exceso y girando a gran altura!
Cuando Catarina lo miró severa, todo había
terminado. Sería más útil arrojarse sobre la ternura verde piadosa de Ragnor.
Magnus estaba a punto de intentarlo cuando
Catarina anunció pensativa- Creo que sería mejor que probáramos algunos de los
medicamentos mundanos locales.
La mundana forma en esta parte del Perú que ejercía la medicina, al parecer, era
frotar un conejillo de indias en todo el cuerpo del paciente afectado.
-¡Exijo que pares esto!-Protestó Magnus.- ¡Soy
un brujo y puedo curarme, y también puedo abrirte la cabeza limpiamente!
-Oh, no. Está delirando, está loco, no le
hagas caso- dijo Ragnor- ¡Continúa aplicando el conejillo de indias!
La señora con los conejillos de indias les
dio a todos una mirada impresionada y siguió yendo a lo suyo con los conejillos
de indias.
-Acuéstate, Magnus- dijo Catarina, que era
de mente muy abierta y siempre interesada en explorar otros campos de la medicina,
y al parecer dispuesta a que Magnus sirviera como un peón en su juego
desgraciado médico. -Deja que la magia de la corriente de cobaya fluya a través
de ti.
-Sí, por supuesto- espetó Ragnor, que no
estaba muy abierto a todo, y se rió.
Magnus no encontraba todo el proceso como
intrínsecamente hilarante al igual que Ragnor. Como un niño que había tomado
djamu muchas veces. Había bilis de cabra en ello. (Si tienes suerte, la bilis
de cocodrilo en su lugar) y cobayas y él djamu eran mejor que el baño de sangre
que alguien había tratado con él en Inglaterra una vez.
Era sólo que por lo general encontraba la medicina mundana muy difícil, y
él deseaba que esperaran hasta que se sintiera mejor para infligir estos
procedimientos médicos en él.
Magnus intentó escapar varias veces, y fue
forzado a contenerse. Más tarde a Catarina y a Ragnor les gustaba representar
la vez que trató de tomar las cobayas con él, según ellos al grito de
"¡Libertad!" y "Soy tu jefe de gobierno."
Hubo una clara posibilidad de que Magnus
aun continuara un poco ebrio.
Al final de todo el calvario horroroso,
uno de los conejillos de indias fue abierto y las entrañas examinadas para ver
si la cura, se había efectuado. Al ver eso Magnus estuvo rápidamente enfermo de
nuevo.
Algunos días más tarde en Lima, después de
todo el trauma y los conejillos de indias, Catarina y Ragnor finalmente tuvieron
la confianza suficiente como para dejar que Magnus bebiera, y ellos le estaban
observando insultantes, un trago.
-Lo que estabas diciendo antes, en esa
noche- dijo Catarina.
Catarina y Ragnor la llamaban así, y en
ambos casos Magnus los oía usando los capitales para dar énfasis.
-No se preocupe- dijo Magnus con ligereza-
Ya no quiero ser un cactus y vivir en el desierto.
Catarina parpadeó y dio un respingo,
visiblemente teniendo un flashback. -No es a lo que me refería, pero es bueno
saberlo. Me refiero a los seres humanos, y el amor.
Magnus no quería particularmente pensar en
lo que había estado balbuceando lastimosamente sobre la noche en que habían
roto su corazón. No tenía sentido regodearse. Magnus se negó a revolcarse.
Meter la pata era para los elefantes, las personas depresivas y para los elefantes
deprimentes.
Catarina continuó a pesar de la falta de
aliento. -Nací de este color. Yo no sabía cómo usar un glamour como un recién
nacido. No había manera para que pareciera otra cosa que lo que era entonces,
todo el tiempo, a pesar de que no era seguro. Mi madre me vio y sabía lo que
era, pero me escondió del mundo; ella me crió en secreto, hizo todo lo posible
para mantenerme a salvo. Un gran error de su parte, y me dio amor a cambio.
Cada ser humano que curo, lo curo en su
nombre. Hago lo que tengo que hacer para honrarla, y sé que cuando me salvó la
vida salvó incontables vidas a través de los siglos.
Se volvió un tanto, mirando seria a
Ragnor, que estaba sentado a la mesa y observando sus manos incómodamente, pero
que sí respondía a la señal.
-Mis padres pensaban que yo era un niño
hada o algo así, creo- dijo Ragnor- Porque yo tenía el color de la primavera,
mi madre solía decir- agregó, y se sonrojó con color esmeralda. -Obviamente,
todo salió un poco más complicado que eso, pero para entonces ya había conseguido
que me quisieran. Siempre fueron muy cariñosos conmigo, aunque yo era inquietante
teniendo todo el lugar, y mi madre me dijo que estaba de mal humor cuando era
un bebé. Yo superé eso, por supuesto.
Un silencio cortés siguió a esta norma.
Un niño hada sería más fácil de aceptar,
pensó Magnus, que los demonios habían engañado o dañado a una mujer-o, más
raramente, un hombre, y ahora había un niño marcado para recordar a los padres
de su dolor. Los brujos siempre han nacido a partir de eso, desde el dolor y los
demonios.
-Es algo para recordar si nos sentimos
distantes de los humanos- dijo Catarina- Le debemos mucho al amor humano.
Vivimos para siempre por la gracia del amor humano, que sacudió a los niños extraños
en sus cunas y no se desesperó y no se apartó. Sé de qué lado de mi herencia mi
alma proviene.
Estaban sentados fuera de su casa, en un
jardín rodeado de muros altos, pero Catarina siempre fue la más prudente de
todos ellos. Miró a su alrededor en la oscuridad antes de que ella encendiera
la vela sobre la mesa, la luz que brotó de la nada entre las manos ahuecadas y
girando su pelo blanco de seda y perlas. A la luz repentina Magnus podía ver su
sonrisa.
-Nuestros padres eran demonios- dijo Catarina-
Nuestras madres eran heroínas.
Eso era cierto, por supuesto, para ellos.
La mayoría de los brujos nacían usando
señales inequívocas de lo que eran, y algunos niños brujos morían jóvenes
porque sus padres los abandonaban o asesinaban ya que los veían como criaturas antinaturales. Algunos
fueron criados como Catarina y Ragnor habían sido, en el amor que era mayor que
el miedo.
La marca del brujo de Magnus estaba en sus
ojos, las hendiduras de sus pupilas, el color brillante y verde-oro en los
ángulos equivocados, pero estas características no se habían desarrollado de
inmediato. Él no había nacido con el azul de Catarina o la piel verde de
Ragnor, había nacido como un bebé aparentemente humano con inusuales ojos
ámbar. La madre de Magnus no se había dado cuenta de que su padre era un
demonio durante algún tiempo, no hasta que ella se había ido a la base una mañana
y vio a su hijo devolviéndole la mirada con los ojos de un gato.
Supo, luego, lo que había pasado, que lo
que había ido a ella en la noche en la forma de su marido no había sido su marido.
Cuando se dio cuenta de eso, no quería
seguir viviendo.
Y ella no lo hizo.
Magnus no sabía si había sido una heroína
o no. Él no había sido lo suficientemente mayor para saber sobre su vida, o
comprender plenamente su dolor. No podía estar seguro de la manera en que Ragnor y Catarina parecían seguros. No sabía
si, cuando su madre supo la verdad todavía lo amaba o si todo el amor había
sido borrado por la oscuridad. Una oscuridad mayor que la que fue conocida por
las madres de sus amigos, para el padre de Magnus era un demonio ordinario.
-Y yo veía a Satanás caer- murmuró Magnus
en su bebida- como un relámpago del cielo.
Catarina se volvió hacia él. -¿Qué fue
eso?
-Regocijaos de que vuestros nombres estén
escritos en el Cielo, querida- dijo Magnus- Estoy muy emocionado que me río y
tomar otro trago para no llorar.
Después de eso él dio otro paseo fuera.
Recordaba ahora por qué les había dicho,
en esa oscura noche de borrachera, que quería ir a Moquegua. Magnus había
estado en esa ciudad sólo una vez antes, y no había estado mucho tiempo.
Moquegua significaba "lugar tranquilo"
en quechua, y eso precisamente era la ciudad, y era exactamente el por qué
Magnus se había sentido incómodo allí. Las tranquilas calles empedradas, la
plaza con su fuente de hierro forjado donde jugaban los niños, no eran para él.
La filosofía de la vida de Magnus era
mantenerse en movimiento, y en lugares como Moquegua entendía por qué era
necesario seguir adelante. Si no lo hacía, alguien podría verlo como realmente
era. No es que él pensara que era tan terrible, pero había todavía esa voz en
su cabeza como una advertencia: Permanece en constante movimiento brillante, o
toda la ilusión se colapsará sobre tí mismo.
Magnus recordaba tumbado en la arena de
plata del desierto en la noche y pensaba en lugares tranquilos donde no
pertenecía, y cómo a veces creía, ya que creía en el paso del tiempo y la
alegría de vivir y la injusticia sin piedad absoluta del destino, que no había
un lugar tranquilo en el mundo para él, y nunca lo habría: No tentarás al Señor
tu Dios.
Tampoco era prudente tentar a los ángeles,
incluso del tipo reducido.
Sacudió la memoria a lo lejos. Incluso si
eso era cierto, siempre habría otra aventura.
Se podría pensar que la noche espectacular,
de Magnus ebrio, de libertinaje y un sinnúmero de crímenes debía ser la razón
por la que fue expulsado de Perú, pero en realidad no fue el caso.
Sorprendentemente, a Magnus se le permitió
volver a Perú. Muchos años más tarde regresó, esta vez solo, y efectivamente,
encontrando una nueva aventura.
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